Woodruff, Paul., The Essential Thucydides: On Justice, Power, and Human Nature: Selections from The History of the Peloponnesian War Second Edition, Expanded and Revised, 2021, Libro 1. Traducción en español de Eduardo Alemán.
* Los (o las) trirremes griegos llevaban el espolón en el frente de la proa para embestir a los navíos enemigos. Este espolón romano, descubierto en la bahía de Atlit, en Israel, mide 2,26 m de largo, 0,95 m de alto y pesa 465 kg. Fue fundido como una sola pieza en bronce a partir de un modelo de cera. Es muy probable que, durante la guerra del Peloponeso, los trirremes griegos utilizados en los enfrentamientos navales contra la flota de Esparta y sus aliados llevasen un espolón de una forma semejante, pero con un peso y un tamaño mucho más reducido. Los trirremes tendrían unos 36 metros de largo y menos de 6 metros de ancho.
Libro 1
Historia temprana, método y causa de la guerra
Tucídides comienza con un breve prefacio seguido de una investigación de los inicios de la civilización griega. Esta sección, conocida como “la Arqueología”, es importante principalmente como ilustración del método histórico. En esta Tucídides resalta, entre otros factores, la importancia de la economía en la historia y el valor del poder marítimo.
Prefacio de Tucídides
[1] Tucídides,1 un ateniense, escribió la guerra entre los peloponesios y los atenienses mientras estos luchaban entre sí. Comenzó a escribir tan pronto como comenzó la guerra, creyendo que iba a ser una gran guerra y que, más que todas las anteriores, ésta merecería ser digna de ser registrada para la posteridad. Hizo esta predicción porque ambos bandos entraron a la guerra en su apogeo económico y militar, y también porque observó que el resto del mundo griego tomó bando, algunos de inmediato, otros después.
Esta fue sin duda la mayor movilización militar que jamás hubo entre los griegos. También involucró a muchos extranjeros; de hecho, afectó a casi todas las naciones. Es imposible determinar con claridad qué ocurrió en las guerras antiguas debido al paso del tiempo, o incluso justo antes de los acontecimientos presentes; aún así, he examinado las pruebas hasta donde he podido y estoy seguro de que antes no ocurrió un hecho tan importante, ni en lo que respecta a la guerra, ni en cuanto a otras cosas.
1. Tucídides suele referirse a sí mismo en tercera persona. Proporciona un segundo prefacio en 5,26.
La Arqueología
Ahora Tucídides reconstruye la prehistoria de Grecia para respaldar su tesis de que ninguna demostración de poder antigua podría compararse con las de la Guerra del Peloponeso. Hace un uso astuto de todas las pruebas de que dispone: los poemas homéricos, las tradiciones de las familias aristocráticas, las listas de reyes, la arqueología e incluso la situación actual de otros pueblos primitivos. Utiliza estos recursos de manera crítica y se guía en cada etapa por su concepción de eikós—lo que razonablemente podría esperarse dadas las circunstancias.
[2] Es evidente que lo que ahora se llama “Hellas”2 no estaba habitada permanentemente en tiempos pasados, sino que hubo muchas migraciones y la gente estaba dispuesta a abandonar sus tierras compelidos a la fuerza por otros que tenían un número de gente superior. No había comercio y los pobladores no podían comunicarse sin peligro entre sí, ni por tierra ni por mar. Cada grupo utilizaba su tierra simplemente para sustentar su propia vida; nadie tenía riquezas en excedente y nadie plantaba nada,3 porque no sabían cuándo fuese que alguien invadiera y se lo llevara todo, y porque no tenían muros. Se consideraban dueños de lo suficiente para sustentarse cada día, dondequiera que estuvieran, y por eso no tenían muchas dificultades para seguir adelante. Por eso no eran poderosos, ni en el tamaño de sus ciudades ni en ningún otro recurso. Las mejores tierras fueron siempre las más sujetas a estas mudanzas de habitantes: la que hoy se llama Tesalia, también Beocia, la mayor parte del Peloponeso excepto la Arcadia, y las más fértiles del resto de Grecia. La magnificencia de la tierra aumentó el poder de ciertos hombres, y esto a su vez condujo a guerras civiles, por las cuales quedaron arruinados; y todo esto los hizo más vulnerables a los designios de los extranjeros. Así, el Ática ha estado libre de guerras civiles durante la mayor parte de su historia, debido a su suelo infértil; y por eso siempre ha estado habitada por la misma gente.4
2. Hellas es el nombre griego de Grecia.
3. “No plantaron nada”: no plantaron viñedos y olivares, que tardan años en producir una cosecha y son fácilmente destruidos por los invasores.
4. Los atenienses creían que siempre habían vivido en el Ática y que sus inmigrantes eran refugiados y no invasores. Tucídides acepta esta historia como un hecho, pero los eruditos modernos la ven como un mito. Véase el comentario de Hornblower.
Aquí hay un fuerte apoyo a esta explicación: debido a las migraciones, el resto de Grecia no se desarrolló al mismo ritmo que Atenas, ya que los refugiados más capaces de las guerras y los conflictos civiles de toda Grecia se retiraron a la seguridad de Atenas. Allí se convirtieron en ciudadanos y agregaron tanto a la población ciudadana que el Ática ya no pudo mantenerlos y se enviaron colonias a Jonia.
[3] Estoy aún más convencido de la flaqueza de Hellas en la antigüedad por este hecho: antes de la guerra de Troya, Hellas evidentemente no hizo ninguna hazaña en común. Y no creo siquiera que el nombre “Hellas” fuese todavía aplicado a toda Grecia. Antes de la época de Heleno, hijo de Deucalión, no existía tal nombre en absoluto, pero las distintas regiones tomaron los nombres de sus propios habitantes, siendo “Pelasgo” el nombre de más ocurrencia. Sin embargo, cuando Heleno y sus hijos llegaron al poder en Ftiótide [una parte de Tesalia], fueron llamados a ayudar a otras ciudades y así una tras otra llegó a ser llamada helena debido a su asociación con ellos. No obstante, ese nombre no hubo de prevalecer en toda Grecia hasta mucho más tarde. La principal evidencia de esto proviene de Homero, quien en general nunca les asigna a los griegos ese nombre, aunque nació mucho después de la guerra de Troya. No usa el nombre para nadie más que para los que vinieron de Ftiótide con Aquiles (que fueron los primeros helenos); pero a los demás los llama “dánaos”, “argivos” o “aqueos” en sus poemas. No utiliza tampoco el término “extranjero” (bárbaro), porque, me parece, los helenos aún no poseían un nombre opuesto al de ellos. Ciudad tras ciudad, pues, fueron llamadas helenas si entendían la lengua de los demás, y más tarde todas obtuvieron este nombre; pero antes de la guerra de Troya no comenzaron hazaña alguna con sus tropas unidas, por falta de fortaleza y de comunicación; y se unieron a esa expedición sólamente porque habían aprendido a aprovechar mejor el mar.
[4] Minos, según todos los informes, fue el primero en construir una armada;5 se hizo dueño de la mayor parte de lo que hoy es el Mar Helénico, gobernó las islas llamadas Cícladas y fundó colonias en la mayoría de ellas, expulsando a los carios y poniendo allí a sus propios hijos como gobernadores. Además, como era de esperar, limpió el mar de piratas tanto como pudo, para que sus rentas pudieran llegarle más fácilmente.
5. Por el contrario, Heródoto remite a Minos a la prehistoria (3,122).
[5] En la antigüedad, como veis, los griegos, en cuanto empezaron a viajar en barco de un lugar a otro más, se volcaron a la piratería; también los extranjeros que vivían en tierra firme o en las islas. Los líderes más poderosos pirateaban por beneficio propio, o porque eran pobres; y así caían sobre ciudades sin murallas o asentamientos desprotegidos. Asaltaban estos lugares y se buscaban la mayor parte del tiempo la vida de esta manera. Tales acciones no eran nada de qué avergonzarse entonces, conllevaban incluso cierta gloria, como podemos aprender de algunos de los que viven en tierra firme para quienes la piratería sigue siendo un honor, incluso hoy, si se hace con nobleza. Lo mismo lo demuestran los poetas antiguos, que muestran que a cualquiera que pasaba, en cualquier lugar del mar, se le hacía la misma pregunta: “¿Eres pirata?”, y que aquellos a quienes se les preguntaba no se insultaban, mientras que aquellos que querían saber no se les hacía reproche.6
6. Por ejemplo en la Odisea 3,71.
También se robaban unos a otros en tierra firme, e incluso ahora gran parte de Grecia aún sigue esta antigua costumbre: los locrios ozolanos, por ejemplo, los etolios, acarnanios y los de tierra firme cercanos a ellos.7 La moda de portar armas de hierro sobrevive entre estos, a razón de su antiguo oficio de ladrones. [6] La Grecia entera solía portar armas, ya veis, porque los lugares donde vivían no tenían aún fortificaciones y viajar no era seguro; así se acostumbraron a vivir cada día con armas, como lo hacen los bárbaros. El hecho de que en algunas partes de Grecia todavía se viva de esta manera demuestra que la práctica alguna vez fue universal.
7. Estos pueblos vivían a lo largo de la costa norte del golfo de Corinto, al oeste de Delfos y Fócide.
Los atenienses fueron los primeros griegos en dejar las armas y en cambiar a un estilo de vida más relajado y lujoso. Fue debido a este refinamiento que los más ancianos entre los ricos solamente en época reciente abandonaron la moda de usar largas túnicas de lino y recogerse el cabello en nudos sujetos con zarcillos de cigarras dorados.8 La misma moda se extendió entre los hombres mayores de Jonia debido a su parentesco con Atenas, y duró mucho tiempo. El tipo de ropa moderada que hoy está de moda fue utilizado por primera vez por los lacedemonios, quienes habían igualado el estilo de vida de los ricos al de la gente común, especialmente en lo que respecta a la vestimenta.9 También fueron estos los primeros en desnudarse para así lubricar su cuerpo y hacer ejercicio después. Antiguamente los atletas solían llevar taparrabos alrededor de sus partes íntimas cuando competían, incluso en los Juegos Olímpicos, y no han pasado muchos años desde que esta costumbre terminó. Incluso ahora hay extranjeros, especialmente en Asia, cuyos atletas usan taparrabos en los combates de boxeo. Y de muchas otras maneras se podría demostrar que el estilo de vida de los antiguos griegos era similar al de los extranjeros actuales.
8. Como las cigarras parecen nacer del suelo, representaban la creencia ateniense de que ellas mismas habían surgido del suelo en el que vivían.
9. La vestimenta moderada era una túnica corta. Los ciudadanos espartanos intentaron considerarse iguales y pasar por alto las diferencias de riqueza que realmente se producían entre ellos.
[7] En cuanto a las ciudades, las que más recientemente se poblaron—desde el avance de la navegación—tenían un excedente de dinero por lo que se pudieron construir murallas justo en las costas, bloqueando los istmos, tanto por razones comerciales como para fortalecerse frente a sus vecinos. Las ciudades más antiguas, sin embargo, se construyeron más alejadas del mar, debido al peligro que la piratería entrevía, tanto en las islas como en tierra firme, cuando se vivía cerca de las costas donde se robaban los unos a los otros, y a todos los que no eran marineros. Y por esta razón aún hoy estas ciudades siguen asentadas en el interior.
[8] La mayoría de los piratas eran isleños, carios o fenicios, y estaban asentados en la mayoría de las islas. La evidencia de esto es la siguiente: cuando los atenienses purificaron Delos durante esta guerra,10 desenterrando las sepulturas de los que habían muerto en la isla, descubrieron que más de la mitad eran carios. Lo sabían por el estilo de las armas que fueron enterradas junto a ellos y por las costumbres funerarias, que aún están en uso.11
10. La Guerra del Peloponeso. Para la purificación de Delos, véase 3,104.
11. Aunque impresionados por el uso que Tucídides hizo de esta evidencia, la mayoría de los arqueólogos modernos creen que confundió los primeros vasos griegos con los de los carios. Véase el resumen de la literatura en Hornblower.
Una vez que la armada de Minos se puso a flote, la navegación se hizo más fácil, ya que esta expulsó a los malhechores de las islas y estableció sus propias colonias en muchas de ellas. Y a medida que los que vivían a lo largo de las costas se volvían más adictos a adquirir riqueza, sus asentamientos se volvían más estables. Algunos, que se habían vuelto más ricos que antes, levantaron muros alrededor de sus ciudades. En su afán de ganancia, las ciudades más débiles se dejaron someter a las más fuertes, mientras que las ciudades más poderosas utilizaron su excedente de riqueza para someter a las más débiles a su dominio. Y esa fue la situación más tarde, cuando enviaron la expedición contra Troya. [9] En mi opinión, Agamenón pudo reunir la flota porque tenía más poder que nadie en ese momento, y no tanto porque fuese el líder de los pretendientes de Helena que estaban obligados por juramento a Tindáreo.12
12. Se decía que los pretendientes de Helena le juraron a su padre Tindáreo que vengarían cualquier daño cometido al afortunado pretendiente que se casara con Helena.
Quienes recibieron la descripción más clara de los peloponesios por parte de sus predecesores dicen que Pélope utilizó las grandes riquezas que trajo de Asia y fue el primero en ganarse el poder entre los hombres del Peloponeso (que eran muy pobres en ese momento). Por eso le dio su propio nombre a la tierra, aunque fuese extranjero. Posteriormente, sus descendientes se hicieron aún más poderosos. Después de que los Heráclidas mataran a Euristeo en el Ática,13 Atreo se proclamó rey de Micenas y de las otras tierras que Euristeo había gobernado. Euristeo le había confiado el gobierno de Micenas cuando partió en campaña, debido a su relación familiar ya que Atreo era hermano de su madre y casualmente vivía en ese momento con Euristeo, exiliado por su padre por la muerte de Crisipo.14 Cuando Euristeo no regresó, los micénicos querían que Atreo fuera rey, en parte por miedo a los Heráclidas y en parte porque pensaban que Atreo era un hombre capaz y, al mismo tiempo, porque había servido a los intereses de la mayoría. Así los descendientes de Pélope llegaron a ser más numerosos que los de Perseo.
13. Los Heráclidas, de quienes se decía que eran descendientes de Heracles, habían buscado refugio en Atenas de Euristeo, que era miembro de las Perseidas, ya que su padre era descendiente de Perseo.
14. Atrida era uno de los hijos de Pélope; había ayudado a matar a su medio hermano Crisipo, otro hijo de Pélope, a petición de su madre.
Agamenón era hijo de Atrida y heredó su poder; además de esto, tenía una armada más poderosa que nadie. Por eso creo que reunió sus fuerzas más por miedo que por buena voluntad. Es evidente que la mayoría de las naves eran suyas y que tenía otras para prestar a los arcadios, como declara Homero (y su testimonio debería ser suficiente para cualquiera).15 Además, en “La entrega del cetro”, Homero dice que Agamenón era señor “de muchas islas y de toda Argos”.16 Ahora bien, como vivía en tierra firme, no podría haber controlado las islas (excepto las vecinas, de las cuales sólo había unas pocas) a menos que tuviera una armada. Y sobre la base de esa expedición deberíamos inferir el carácter de empresas anteriores.
15. Homero, Ilíada 2,612.
16. Homero, Ilíada 2,108.
[10] Por supuesto, Micenas era pequeña, y es posible que las ciudades de esa época no parecieran que valían mucho; pero una evidencia tan poco robusta no debería detener la creencia de que la expedición fue de hecho tan grande como los poetas han dicho y como sostiene la tradición. Porque si la ciudad de los lacedemonios hubiera sido aniquilada y sólo quedaran sus templos y sus cimientos, creo que en épocas muy posteriores la gente dudaría seriamente de que su poder hubiera igualado su fama; pero, sin embargo, poseen dos quintas partes del Peloponeso y son líderes del resto, y tienen muchos aliados afuera. Aun así, parecería que la ciudad fue bastante débil, ya que no se estableció como una ciudad que hiciera uso de templos u otros edificios costosos, sino que estaba formada más bien por aldeas al antiguo estilo griego.17 Si le ocurriera lo mismo a Atenas, sin embargo, se podría inferir partiendo de lo que es evidente que su poder había sido el doble de lo que es.
17. Esparta no estuvo rodeada por un muro hasta la época romana. Los atenienses, por el contrario, creían que Teseo había reunido sus aldeas en una sola ciudad en una fecha muy temprana (2,15-16).
No tenemos, entonces, buenas razones para dudar de esos informes sobre el tamaño del ejército en la guerra de Troya, o para medir una ciudad más por su apariencia que por su poder. Deberíamos pensar que ese ejército era realmente mayor que los que lo precedieron, pero más débil que los que tenemos ahora. Esto depende de que volvamos a confiar en Homero en este punto, donde se esperaría que, como poeta, exagerara; pero según él, ese ejército era todavía mucho más débil que los contemporáneos: hace que la flota esté compuesta por 1200 barcos e informa que los barcos beocios llevaban 120 hombres cada uno, mientras que los de Filoctetes llevaban 50. Creo que hizo esto para mostrar el máximo y el mínimo, pero no hace ninguna mención en su catálogo del tamaño de los otros barcos.18 Sin embargo, muestra que todos los remeros en los barcos de Filoctetes eran también guerreros, porque escribe que todos los remeros eran arqueros. En cuanto a los pasajeros de los barcos, no es probable que fueran muchos, aparte de los reyes y otras personalidades importantes, sobre todo porque tenían que cruzar el mar con equipo militar a bordo, y en barcos sin la protección de las cubiertas superiores, construidas a la antigua usanza pirata. Entonces, si tomamos la media entre los barcos más grandes y los más pequeños, encontramos que no fueron muchos los que fueron a Troya, considerada como una expedición conjunta de toda Grecia.
18. Homero enumera los participantes del ejército griego en Troya en su Catálogo de barcos, Ilíada 2,484 y sigs.
[11] Esto se explica más por la falta de riqueza que por la escasez de hombres. Debido a su falta de raciones, trajeron un ejército más pequeño, justo del tamaño que esperaban que pudiera sostenerse mientras luchaban. Cuando desembarcaron, tomaron ventaja en la lucha. (Esto es obvio; de lo contrario no habrían podido fortificar su campamento.) Después de eso, aparentemente, no usaron todo su poder, porque tuvieron que dedicarse en parte a la agricultura en el Quersoneso y en parte a la piratería. Debido a que estaban dispersos de esta manera, los troyanos pudieron contenerlos mejor durante esos diez años y siempre estuvieron a la altura de los griegos que quedaban cerca de Troya en todo momento. Sin embargo, si hubieran salido con abundantes raciones y hubieran concentrado sus fuerzas en una guerra continua sin tener que dedicarse a la agricultura ni a la piratería, fácilmente habrían tomado la ciudad una vez que hubieran tomado la delantera en la lucha, ya que eran rivales iguales a los troyanos, con la porción del ejército que estuviera presente en cada momento. Si se hubieran asentado en un sitio, habrían tomado Troya en menos tiempo y con menos problemas.19
19. Tucídides escribe desde su experiencia: la guerra de asedio era muy costosa para los atenienses, ya que requería mantener tropas en el campo por períodos mucho más largos que las breves campañas a las que estaban acostumbrados. Esto explica sin duda la renuencia de Esparta a sitiar regularmente Atenas.
Todas las hazañas antes de la guerra de Troya eran por lo tanto de menor envergadura por falta de dinero, y ésta también lo fue, a pesar de ser la expedición más famosa de la antigüedad. Los hechos muestran claramente que fue menos poderosa de lo que su fama pretendía y más pobre que lo que se refleja en la tradición verbal que nos ha llegado de los poetas.
[12] Después de la guerra de Troya, los griegos todavía estaban en movimiento, todavía estaban reasentándose, por lo que no pudieron progresar en un solo lugar. Los griegos regresaron de Troya después de una larga ausencia, lo que provocó muchos cambios: estalló la guerra civil en la mayoría de las ciudades y los expulsados fundaron nuevas ciudades. La gente que ahora se conoce como beocios fue expulsada de Arne por los tesalios en el año sesenta después de la toma de Troya; luego se establecieron en lo que hoy es Beocia, pero que en aquel entonces se llamaba Cadmea. (Sólo una parte de ellos vivió en ese país anteriormente y algunos de ellos lucharon contra Troya.) En el año ochenta los dorios se apoderaron del Peloponeso junto con los Heráclidas.20
20. La invasión doria es probablemente histórica, aunque no tan temprana como dice Tucídides. Según la leyenda, los Heráclidas, que afirmaban ser descendientes de Heracles, fueron expulsados del Peloponeso por los hijos de Pélope y encontraron asilo entre los dorios. Más tarde recuperaron sus tronos con la ayuda de los dorios, que se apoderaron del Peloponeso y redujeron a la población local a una situación similar a la de aparceros.
Entonces, con mucha alharaca y después de un largo tiempo, la paz y la seguridad llegó a Grecia. Y ahora que ya no estaban desarraigados comenzaron a enviar colonialistas al extranjero. Los atenienses colonizaron Jonia y la mayoría de las islas, mientras que los peloponesios fundaron colonias en la mayor parte del sur de Italia y Sicilia, así como en algunas otras partes de Grecia. Y todos estas fueron fundadas después de la Guerra de Troya.
[13] Ahora que Grecia se estaba volviendo más poderosa, y que los griegos estaban más interesados en ganar dinero que antes, se establecieron tiranías en la mayoría de las ciudades.21 Con sus ingresos cada vez mayores (los reyes hereditarios anteriores a ellos solo habían tenido ingresos fijos) los griegos construyeron armadas y se apegaron más al mar. Se dice que los corintios fueron los primeros en cambiar el diseño de los barcos casi hasta su forma actual, y que construyeron en Corinto los primeros trirremes de toda Grecia.22 El constructor naval corintio Amenocles evidentemente fabricó cuatro barcos en Samos, y fue a Samos unos trescientos años antes de que terminara la guerra actual [es decir, en 704]. La primera batalla naval que conocemos se libró entre Corinto y Córcira, y eso fue sólo 260 años antes del fin de nuestra guerra [664].23 Debido a que estaba asentada en el istmo, Corinto siempre había sido un centro de comercio. Los antiguos griegos habían comerciado más por tierra que por mar, por lo que los peloponesios no tenían contacto con los extranjeros excepto pasando por Corinto. De modo que los corintios tenían el poder de la riqueza, como nos muestran los antiguos poetas cuando llamaron a su tierra “de los ricos”. 24 Después de que los griegos se lanzaron más al mar, los corintios limpiaron el mar de piratas con los barcos que tenían y su ciudad tenía el poder de generar grandes ingresos ya que era un centro de comercio tanto por el mar como por la tierra.
21. Una tiranía en ese momento era una monarquía no tradicional. Más tarde, durante la democracia, los atenienses llegaron a considerar a los tiranos como crueles y sin ley. Sobre la tiranía ateniense, véase 1,20 y 6,54.
22. Los trirremes eran buques de guerra con tres hileras de remos (ver Glosario). Los barcos de cincuenta remos que Tucídides menciona en otra parte eran un tipo de buque de guerra más antiguo que seguía en uso.
23. Véase Heródoto 3,49–53. La antigua disputa entre Corinto y Córcira (la actual Corfú) fue una de las tres causas principales de la Guerra del Peloponeso. Los estudiosos creen que la fecha de Tucídides es demasiado temprana, unos setenta años.
24. Homero, Ilíada 2.570.
Posteriormente, los jonios reunieron una gran Armada en tiempos de Ciro (el primer rey persa) y su hijo Cambises. Los jonios hicieron la guerra a Ciro y por un tiempo dominaron la parte del mar cercana a ellos. Polícrates también tenía una fuerte armada; fue tirano de Samos en la época de Cambises, y utilizó su armada para apoderarse de varias islas, incluida Renea [cerca de Delos], la cual capturó y dedicó a Apolo.25 También los focenses, cuando se asentaban en Massalia [ probablemente Marsella] derrotaron a los cartagineses en una batalla naval [alrededor del año 600].
25. Sobre Polícrates, véase Heródoto 3.122.
[14] Estas eran las mayores potencias navales, pero incluso ellas evidentemente utilizaron sólo unos pocos trirremes, aunque esto fue muchas generaciones después de la Guerra de Troya. En cambio, sus armadas estaban formadas por barcos de cincuenta remos y navíos largos como los utilizados en Troya. Fue sólo poco antes de la guerra persa y la muerte de Darío (que fue rey de Persia después de Cambises) que los tiranos de Sicilia y los corcirenses tuvieron trirremes en gran número. Estas fueron las únicas armadas dignas de mención en toda Grecia antes de la invasión persa. Los habitantes de Egina sólo tenían unos pocos barcos, la mayoría de cincuenta remos, mientras que las de los atenienses y otros que tenían armadas no eran más poderosas. Así que sólo recientemente fue que Temístocles (durante la guerra con Egina y cuando se esperaba la invasión persa) convenció a los atenienses para que construyeran los barcos en los que librarían batallas navales.26 Pero ni siquiera estos barcos estaban completamente cubiertos.
26. Como la batalla de Salamina en 480, que salvó a Grecia de la armada persa.
[15] Así eran, pues, las armadas de los griegos, tanto las antiguas como las más recientes. No obstante, quienes las utilizaron adquirieron un gran poder al aumentar sus riquezas y en el gobierno de otros pueblos, ya que navegaron hacia las islas y las conquistaron (especialmente si no tenían suficiente tierra). Pero no hubo ninguna guerra en tierra firme que deviniera en poder alguno; las guerras que sus habitantes tuvieron fueron todas entre vecinos, y los griegos aún no habían ni tan siquiera enviado un ejército al extranjero para conquistar ninguna nación lejos de casa. Nunca aceptaron estar sujetos a las ciudades más grandes, como ve, y nunca formaron una alianza militar común en igualdad de condiciones, sino que lucharon entre sí solo como ciudadanos de estados individuales. Lo máximo que hicieron fue durante la antigua guerra entre Calcis y Eretria, cuando el resto de Grecia estaba dividida en alianzas con uno u otro bando.27
27. La Guerra de la Llanura Lelantina (finales del siglo VII) se desarrolló entre las ciudades de Calcis y Eretria, ambas en la larga isla de Eubea, al norte de Ática, y sus respectivos aliados.
[16] Mientras que otros factores impedían el progreso del resto, los jonios fueron conquistados por los persas. El reino persa estaba floreciendo; y después de conquistar a Creso,28 Ciro marchó contra todas las tierras entre el río Halys y el mar, sometiendo a todas las ciudades jónicas del continente. Más tarde, Darío utilizó su armada fenicia para tomar también el control de las islas.29
28. Creso era el rey de Lidia cuya riqueza era legendaria; Lydia estaba en Asia Menor (la actual Turquía).
29. La historia de la derrota de Creso por Ciro en 544 y la posterior conquista de Jonia se cuenta en el Libro 1 de Heródoto, Historias.
[17] En cuanto a los tiranos que solían gobernar en las ciudades griegas, sólo miraban por sus propios intereses, es decir por proteger sus vidas y aumentar su riqueza personal, manteniendo sus ciudades lo más seguras posible. Residían en su mayor parte en las ciudades y no realizaron ninguna hazaña digna de recordar excepto contra sus propios vecinos, ni siquiera contra los tiranos de Sicilia, que habían llegado al poderío mayor. Así, Grecia se vio reprimida durante mucho tiempo, porque las ciudades no podían hacer nada notable en alianza y ninguna ciudad se atrevía a intentar nada por sí sola.
[18] Pero después de eso, la mayoría de los últimos tiranos fueron eliminados por los lacedemonios, tanto en Atenas como en el resto de Grecia donde hubo tiranías, excepto los de Sicilia.30 Porque aunque Lacedemonia estaba asediada por guerras civiles por más tiempo que cualquier otra ciudad que conocemos después de su fundación por los dorios que ahora viven en ella, han tenido buenas leyes31 desde muy temprano y siempre ha estado libre de tiranos. Pues hasta el fin de esta guerra, hace ya más de cuatrocientos años que los lacedemonios siguen una misma constitución; y esto les ha dado fortaleza propia, y también les ha dado la capacidad de resolver asuntos en otras ciudades.
30. En 510, los lacedemonios depusieron a Hipias en Atenas.
31. “Ha tenido buenas leyes”: la expresión se usa para ciudades que no son ni democracias ni tiranías, y a menudo es una palabra clave para indicar una oligarquía moderada. Véase el uso de esta expresión en relación con el establecimiento de la oligarquía en Tasos (8,64). Sobre la constitución de Esparta, véase Heródoto 1,65 e Introducción, xviii-xix.
Después de la disolución de las tiranías en Grecia, no pasó mucho tiempo antes de que los persas libraran la batalla contra los atenienses en los campos de Maratón. Y el décimo año después, Jerjes, rey de Persia, vino con su gran flota a Grecia para subyugarla. Como ahora Grecia estaba amenazada con un gran peligro, el liderazgo de los griegos que formaron una alianza en esa guerra pasó a los lacedemonios, porque tenían mayor poderío. Cuando los persas invadieron Atenas, los atenienses, que habían planeado de antemano abandonar su ciudad y ya habían empacado, subieron a bordo de barcos y se convirtieron en marineros. Poco después de derrotar juntos a los extranjeros, todos los griegos, tanto los que se habían rebelado contra el rey persa como los que juntos le habían hecho la guerra, se dividieron en dos, y una parte le siguió el camino a los atenienses y la otra a los lacedemonios. Porque estas dos ciudades parecían ser las más poderosas; una tenía poder por tierra y la otra por mar. Pero la alianza [de toda Grecia contra los persas] duró sólo un tiempo, porque después los lacedemonios y los atenienses comenzaron a discrepar y se hicieron la guerra entre sí, junto con sus diversos aliados. Y todas las demás ciudades griegas que estaban en disputa se pasaron a un lado o al otro. Así, Atenas y Esparta pasaron el tiempo entre la guerra contra los persas y esta guerra actual en parte en paz y en parte en guerra (ya sea una contra otra o contra aliados en rebelión); y ambas llegaron a esta guerra bien provistos de armamento y también con bastante experiencia en afrontar el peligro.
[19] Los lacedemonios dirigieron a sus aliados sin exigirles ningún pago, pero se aseguraron de que estuvieran gobernados por una oligarquía, que sólo servía a sus intereses. Con el tiempo, sin embargo, los atenienses tomaron en sus manos los navíos de todos sus aliados excepto los de Quíos y Lesbos, y ordenaron a cada uno de ellos que hiciera ciertos pagos monetarios. Y así resultó que la preparación militar de cada bando por sí sola fue mayor al comienzo de esta guerra que cuando la alianza [contra Persia] estaba intacta y floreciente.
[20] Tal era, entonces, el estado de Grecia en el pasado tal como lo encontré, aunque determinadas evidencias pueden ser difíciles de creer.
Sobre el método histórico
La gente recibe informes sobre el pasado de todos de una misma manera, es decir sin ponerlos a prueba, incluso los informes sobre su propio país. La mayoría de los atenienses, por ejemplo, piensan que Hiparco era un tirano cuando fue asesinado por Harmodio y Aristogeiton, y no saben que era Hipias quien estaba en el poder, ya que era este el hijo mayor de Pisístrato, e Hiparco y Tesalo eran sus hermanos. De hecho, ese mismo día y en el mismo momento del hecho, Harmodio y Aristogeiton sospecharon que algunos de sus cómplices le habían contado a Hipias el complot. Así que lo evitaron como si hubiesen sido advertidos, pero aún así querían hacer algo atrevido antes de ser capturados. Cuando se encontraron por casualidad con Hiparco en Leocorión, donde organizaba la Procesión Panatenaica, lo asesinaron.32
32. Una versión más larga de esta historia se encuentra en 6,54–59.
Otros griegos tienen opiniones equivocadas sobre muchos temas que son de actualidad y que no se olvidan con el paso del tiempo, por ejemplo, que los reyes lacedemonios tienen dos votos cada uno, en vez de uno, y que tienen allí una unidad militar llamada “Pitanato”, la cual nunca existió.33 Esto muestra hasta qué punto la búsqueda de la verdad pone a prueba la paciencia de la mayoría de las personas, que prefieren creer en lo primero que les llegue a sus oídos. [21] Pero si la evidencia citada lleva al lector a pensar que las cosas eran en su mayor parte como las he descrito, no se equivocaría, como lo haría si creyera lo que los poetas han cantado sobre ellas, que han embellecido mucho, o lo que los prosistas han hilado, que pretende más deleitar el oído que ser verdad. Verá, estos relatos no se pueden probar y muchos no son creíbles, ya que con el tiempo han alcanzado el estatus de mito. Pero el lector debe creer que he investigado estos asuntos adecuadamente, considerando su antigüedad, utilizando la mejor evidencia disponible. La gente siempre piensa que la guerra más grande es la que están librando en este momento, y cuando termina, quedan más impresionados con las guerras de la antigüedad; pero, aun así, esta guerra demostrará, a todos los que observen los hechos, que fue más grande que las demás.
33. “Otros griegos tienen opiniones equivocadas”: esto puede referirse simplemente a creencias populares de la época; pero también puede ser una crítica implícita a Heródoto, quien dijo que los reyes espartanos tenían dos votos cada uno en 7,57, y quien se refirió a la unidad Pitanato en 9,53.
[22] Las palabras que ciertas personas dijeron en sus discursos, ya sea justo antes o durante la guerra, me fueron difíciles de registrar con exactitud, ya fueran discursos que yo mismo escuché o aquellos que me fueron reportados de segunda mano. He escrito lo que pensé que la situación exigía de cada orador, manteniéndome lo más cerca posible del sentido general de lo que realmente se dijo.
Y en cuanto a las acciones reales de la guerra, no me pareció correcto exponer ni lo que oí de la gente que encontré por casualidad ni lo que simplemente creía que era cierto. Incluso en los eventos en los que yo mismo estuve presente, busqué información detallada de otras fuentes en la medida de lo posible. Fue un trabajo duro descubrir qué pasó en realidad, porque los que estuvieron presentes en cada evento dieron informes diferentes, dependiendo de qué lado estaban y qué tan bien recordaban.34
Esta historia tal vez no sea la más agradable de escuchar, ya que no contiene mitología.35 Pero aquellos que quieran investigar la verdad de lo que pasó en el pasado, que, dada la condición humana, se repetirá en el futuro, ya sea de la misma manera o casi igual, esos lectores encontrarán esta Historia suficientemente valiosa, ya que fue compuesta para la eternidad, y no para ser escuchada en un torneo para obtener un premio.
34. Ver también 5,26, 5,68, y 7,44 sobre los métodos de Tucídides y las dificultades que encontró al aplicarlos. Nótese el contraste entre palabra y acción en los dos primeros párrafos de 1,22; ese contraste se hará a menudo en los discursos que informa Tucídides.
35. “No contiene mitología”: Tucídides escribe la historia sin hacer referencia a ninguna intervención de los dioses. En esto sigue el nuevo conocimiento enseñado por los sofistas y otros, quienes ofrecieron explicaciones naturalistas en lugar de explicaciones sobrenaturales. Tucídides explica los acontecimientos humanos en términos de la naturaleza humana y la condición humana.
Orígenes de la guerra
La explicación de Tucídides de la guerra
[23] El acontecimiento anterior de mayor envergadura fue la guerra contra los persas, e incluso ésta se decidió rápidamente mediante dos batallas en el mar y dos en tierra.36 Pero la Guerra del Peloponeso duró mucho tiempo y trajo más sufrimiento a Grecia que nunca antes hubo de verse: nunca tantas ciudades habían sido capturadas y despobladas (algunas por extranjeros, otras por los propios griegos en guerra entre sí -algunas de estas incluso fueron repobladas con nuevos habitantes); nunca tanta gente había sido expulsada de sus países o asesinada, ya sea durante la guerra en sí o como resultado de conflictos civiles.
Los cuentos que se hacen sobre épocas anteriores, pero que son escasamente confirmados en la realidad, de repente dejaron de ser increíbles: cuentos de terremotos que ocurrieron en la mayor parte de la Tierra en ese momento, bastante violentos, eclipses de sol, que fueron más frecuentes de lo que se registra en los relatos de épocas anteriores, (grandes sequías en algunos lugares seguidas de hambrunas) y, algo que causó enormes daños y pérdidas de vidas, la peste.
Todas estas dificultades sobrevinieron durante esta guerra, que comenzó cuando los atenienses y los peloponenses rompieron la Paz de los Treinta Años que habían acordado entre ellos después de la conquista de Eubea. Primero escribiré una relación de las disputas que explican la ruptura de la paz, para que nadie se pregunte jamás cómo pudo surgir una guerra tan enorme entre los griegos. Creo que la verdadera razón de la disputa, aunque menos evidente según lo que entonces se dijo, fue el crecimiento del poder ateniense, que infundió miedo a los lacedemonios y los obligó a la guerra,37 mientras que las explicaciones que ambos bandos dieron en público para el rompimiento de la paz y comenzar la guerra son los siguientes.
36. Las batallas navales de Salamina (480) y Micala (479) o posiblemente Artemisio (480), y las batallas terrestres de Termópilas (480) y Platea (479).
37. “Los obligó a la guerra”: los estudiosos difieren sobre cómo tomar esto. La comparación con pasajes paralelos sugiere que Tucídides no significa que la guerra fuera simplemente inevitable, sino que la gente en ambos bandos se sintió obligada a razón de un miedo mutuo. La compulsión (anankē) es una necesidad subjetiva. Sobre la interpretación de anankē consulte la Introducción, xli–xliii.
Conflicto entre Córcira y Corinto
La isla de Córcira había sido una colonia de Corinto, pero entró en conflicto con Corinto por Epidamno, una ciudad que ambos bandos reclamaban como su colonia. Córcira intentó resolver el problema de manera amistosa, recurriendo al arbitraje, pero Corinto no estuvo de acuerdo. En una gran batalla naval, Córcira humilló a Corinto (1,24-30).
[31] Pasado todo un año y más después de la batalla naval, los corintios, en el furor de la guerra contra los corcirenses, construyeron buques y armaron la expedición naval más fuerte que pudieron. Reclutaron remeros de todas partes del Peloponeso y del resto de Grecia también, a sueldo. Cuando los corcirenses supieron de esta acumulación de armas se asustaron. En aquel momento no estaban aliados con ninguna otra ciudad griega, ya que no se habían apuntado ni con la alianza ateniense ni con la de los lacedemonios. Decidieron entonces ir a Atenas para ver qué beneficios podrían obtener de los atenienses y convertirse en aliados de estos.
Cuando los corintios se enteraron, enviaron su propia delegación a Atenas para que los atenienses no fueran a incrementar la armada corcirense con la suya propia y se pusiera fin a sus planes de batalla. Se formó la Asamblea [en Atenas] y las dos partes llegaron para debatir. Entonces los embajadores de Córcira se expresaron de la siguiente manera:38
38. “De la siguiente manera”: toiade. Tucídides casi siempre introduce discursos con un lenguaje de este tipo, indicando que está presentando las ideas principales detrás de los discursos, pero no las palabras exactas. Sobre la interpretación de los discursos, véase la Introducción, xxx–xxxiv.
Discurso de los corcirenses
[32] La justicia39 requiere esto: cuando un pueblo acude a sus vecinos en busca de ayuda, como lo hacemos nosotros, y los vecinos no les deben nada por servicios o asistencia militar en el pasado, entonces quienes piden deben demostrar, primero, que lo que piden será beneficioso para los que proveen—o al menos no será costoso—y, en segundo lugar, que los receptores estarán eternamente agradecidos. Si no establecen claramente ninguno de estos puntos, entonces no tienen derecho a enfadarse si no tienen éxito. Al enviarnos aquí con una solicitud de alianza, el pueblo de Córcira confía en que le daremos a vosotros garantías firmes con respecto a estos puntos.
Ahora resulta que nuestra forma de tratar con vosotros no ha sido razonable en vista de nuestra propia necesidad y ha sido poco rentable debido a la situación actual en que nos encontramos. Antes nunca quisimos ser aliados de nadie, pero ahora esto es justamente lo que venimos a pedir, cuando es precisamente por eso40 que nos encontramos solos en nuestra guerra contra Corinto. Y lo que antes pensábamos que era sensato (no permitir que una alianza extranjera terminara obligándonos a seguir el criterio de nuestros vecinos) ahora se ha convertido en un mal criterio y en debilidad. En nuestra última batalla naval hicimos retroceder a los corintios, nosotros solos, por nuestra propia cuenta. Pero ahora nos van a atacar con un armamento más grande procedente de todo el Peloponeso y del resto de Grecia, y vemos que no podemos sobrevivir si lo único que tenemos es nuestro propio poder, y el peligro que corremos sería muy extremo si perdemos en la lucha contra ellos. Por eso nos vemos obligados a pedir ayuda a vosotros y a cualquier otra ciudad. Y perdónanos por atrevernos a revertir nuestro antiguo aislacionismo, que no se debió a cobardía, sino a un error de juicio.
39.a. Cada uno de los dos discursos comienza con la palabra que establece el tema ostensible de ese discurso: “justicia” para los corcirenses y “necesidad” para los corintios. Tenga en cuenta que los corintios, que alegan necesidad y utilidad, tienen mejores argumentos a favor de la justicia. Que Atenas defienda a Córcira contra Corinto irá en contra del espíritu (aunque no de la letra) de la Paz de los Treinta Años, y el cumplimiento de los acuerdos es una parte esencial del antiguo concepto de justicia.
39.b. Compárese un reverso similar en el debate sobre Mitilene: allí, Cleón apela a la justicia mientras aboga por el castigo de los inocentes, mientras que Diodoto apela a la ventaja en su defensa (3,37 y sigs.). Todo esto es demasiado claro y se ajusta demasiado a las opiniones de Tucídides sobre el comportamiento humano como para que sea una transcripción de los discursos tal como se dieron. Rhodes cree que los corcirenses “tienen la mejor ventaja en el argumento” (en 44,1). Creo que los dos bandos son igualmente débiles: Tucídides nos deja ver que los corcirenses son claramente poco éticos en su apelación a la justicia, mientras que el llamamiento de los corintios a la ventaja es claramente falso. Atenas, como es habitual en su historia, optará por lo que es ventajoso en lugar de lo que es justo.
39.c.Por otra parte, los corcirenses, que apelan a la justicia, tienen pocos fundamentos más allá de la utilidad de su propuesta para Atenas. Necesidad, anankē, suele significar en Tucídides una condición subjetiva: lo que la gente considera necesario para su propia conveniencia o beneficio. Podríamos traducirlo aquí como “lo expediente”. Este pasaje nos ofrece el primero de muchos discursos hábilmente emparejados proporcionados por Tucídides para mostrar diferentes puntos de vista y mostrar también la forma en que los oradores enmascaran sus intenciones retóricamente para ganarse a la audiencia.
40. “Precisamente por esto”: debido a su antigua política de no alianza.
[33] El resultado para vosotros, si aceptan nuestra solicitud, será ventajoso en muchos sentidos: en primer lugar, porque no le estarías brindando ayuda a los que han causado el daño, sino a la parte que ha sido agraviada, y, en segundo lugar, porque garantizaríais una reserva de gratitud que jamás será olvidada, y más aún ya que lo harías enfrentándote a un ejército que en estos momentos se encuentra en una situación de grave peligro. Además, poseemos la armada más grande, después de la vuestra. Pensaroslo de esta manera: ¿Qué golpe de buena suerte podría ser más inusual o más doloroso para vuestros enemigos? He aquí un complemento a vuestro poder que podríais haber adquirido solo con un gran gasto de dinero y favores… ¡Y os llega sin que lo pidierais, sin riesgo ni costo, simplemente se os ha otorgado! Además, te aporta una fama de virtud, de gratitud por parte de aquellos a quienes ayudas y, para vuestra parte, mayor fortaleza. Todo esto les ha llegado así, como un golpe de buena suerte, a muy pocos pueblos a través del tiempo; y muy pocos son los que llegan pidiendo una alianza dispuestos a entregar a aquellos a quienes recurren más seguridad y honor que lo que ellos mismos habrían de recibir. Por supuesto, es en la guerra donde les seríamos útiles, pero algunos de los presentes pueden pensar que no habrá guerra. Si es así, cometéis un error estratégico y no os dáis cuenta de que los lacedemonios están temerosos de vosotros y desean la guerra, mientras que los corintios son poderosos a su lado y por lo tanto son vuestros enemigos; planean apoderarse de nosotros primero y atacaros después, para que no nos unamos contra ellos en una hostilidad compartida. No perderán la oportunidad de salir adelante de dos maneras: ya sea destruyéndonos o utilizándonos para fortalecerse. Entonces nuestro deber es anticiparnos a esto con una oferta de alianza -y el vuestro es aceptarla- para que podamos así planificar con anticipación en contra de ellos, en lugar de tener que reaccionar contra ellos en nuestros planes.
[34] Si os dicen que la justicia prohíbe a su propia colonia aceptaros como aliados, que sepan que toda colonia que es bien tratada recompensa a su ciudad madre, pero si es tratada injustamente, se independiza; los colonos no fueron enviados para ser esclavos, sino para ser iguales a los que dejaron atrás. Está claro que la ciudad madre ha sido injusta con nosotros: cuando fueron invitados a arbitrar sobre Epidamno, prefirieron presentar cargos a través de la guerra antes que usando medios justos. Lo que nos están haciendo a nosotros, que somos sus parientes cercanos, demuestra que no debéis dejar que os engañen ni ayudarlos cuando se os pidan directamente. Cuanto menos os arrepintáis de hacerle favores a vuestros enemigos, más seguro estarás al final.
[35] No violaríais vuestro tratado con los lacedemonios 41 al aceptarnos, ya que no somos aliados de ninguna de las partes. El tratado dice que cualquier ciudad griega que no sea entonces parte de una alianza puede pasarse al bando que desee. Sería horrible si el tratado permitiera a esta gente llenar sus barcos con hombres de toda Grecia (muchos de ellos de ciudades sujetas a vosotros) mientras nos bloquean la alianza propuesta o cualquier fuente de ayuda. ¡Y luego os considerarán villanos injustos si accedéis a nuestra petición!
41. El Tratado de Paz de los Treinta Años entre Atenas y Esparta y sus aliados, 446/445, iba a durar sólo catorce años. Disponía que cualquiera de las partes debía acudir a un arbitraje antes de reanudar las hostilidades.
De hecho, tendremos cargos mucho más graves contra vosotros si no llegamos a persuadiros. Estarías rechazándonos, a nosotros que no somos vuestros enemigos, cuando estamos en peligro, y no obstaculizaríais a los que son vuestro enemigos cuando estos están a la ofensiva, y, además, estarías haciéndoros de la vista gorda mientras extraen poder de vuestro imperio y lo añaden al suyo. Eso es injusto. Debéis impedirles que recluten mercenarios en vuestro territorio o enviarnos la ayuda que decidáis; pero en realidad está bastante claro que debéis aceptar ayudarnos. Las ventajas para vosotros son muchas, como dijimos al principio, y ahora os lo demostraremos: la mayor es que vuestros enemigos son nuestros enemigos, una garantía muy clara, porque son lo suficientemente fuertes como para hacernos daño si abandonamos la alianza. Además, la oferta de una alianza naval no debería ser rechazada tan fácilmente como la de una terrestre; sobre todo, si podéis, no debes permitir que nadie más tenga una flota armada o, si no podéis, hazte amigo de quien sea más difícil de vencer.
[36] Supongamos que sóis muy consciente de estas ventajas, pero teméis que si confías en ellas romperíais el tratado: deberíais reconocer que actuar por miedo asustará aún más al enemigo porque en el miedo aumenta vuestra fuerza; mientras que estar seguros de vosotros mismos os hará menos temibles que nunca, porque decidiríais en contra de la alianza y os debilitaríais mientras vuestro enemigo gana fuerza; al mismo tiempo, deberías comprender que la cuestión tiene más que ver con Atenas que con Córcira, y que no estaríais velando por los mejores intereses de Atenas si (cuando la guerra está tan cerca que ya casi está aquí) solo miráis la situación inmediata y vaciláis en añadir a vuestro lado un país que atesora grandes posibilidades, ya sea que lo convirtáis en amigo o enemigo.42 Veréis, Córcira está bellamente situada a lo largo de las rutas costeras hacia Sicilia e Italia, de modo que podría bloquear una expedición naval desde allí al Peloponeso o una que se envíe desde el Peloponeso a Italia, y en otros sentidos es un lugar con una ubicación muy útil. En resumen, sintetizando los puntos particulares y generales, comprendan vosotros por qué no debéis desecharnos. Sólo hay tres potencias navales dignas de mencionar en Grecia: la vuestra, la nuestra y la de los corintios. Dos de ellas se unirán en una si nos dejáis ir y los corintios nos vencen. Entonces estaríais luchando juntos contra Córcira y el Peloponeso. Pero si nos aceptas, entraréis en la contienda con más barcos, gracias a los nuestros”.
42. Desde el comienzo de 1,36, esto es todo una oración en griego, con solo un verbo principal, que aquí se traduce como “reconocer”. He cambiado la construcción del impersonal “él” al “vosotros”, que es más acorde con el estilo inglés. Note las paradojas de Tucídides: vuestro miedo asustaría a vuestro enemigo, mientras que vuestra confianza le daría confianza a estos. Cameron (53) llama a esto “una oración que es algo en serio”.
Eso dijeron los embajadores de Córcira. Después de ellos, los corintios hablaron así:
[37] La necesidad43 nos obliga a dar esta respuesta ante el caso que ha presentado Córcira, no sólo pidieron una alianza, afirmaron que les habíamos hecho una injusticia y que los habíamos llevado a la guerra sin motivo alguno, por lo que primero debemos responder a estos dos puntos y luego explicar por qué deberíais considerar que nuestra propuesta os ofrece más seguridad y por qué tenéis una buena razón para rechazar su súplica. Dicen que la cordura los mantenía alejados de las alianzas, pero idearon esta práctica por malicia, no por virtud. No querían aliados en la injusticia ni testigos que los avergonzaran si alguna vez pedían ayuda. Al mismo tiempo, su ciudad es autosuficiente en términos de ubicación, de modo que son sus propios jueces cuando dañan a alguien (más de lo que lo serían bajo un tratado) porque rara vez navegan en dirección de sus vecinos, pero a menudo reciben a otros que son obligados a pasar por su puerto. Y esta elegante neutralidad suya es simplemente una pantalla, no para compartir la injusticia con otros, sino para que puedan ellos violar la justicia por sí mismos, ejercer la violencia dondequiera que prevalezcan y, donde nadie los vea, robar más de lo que les corresponde y ser sinvergüenzas en su adquisición.
43. Sobre esta apertura, véase la nota 39.
Pero si fueran tan buenos como dicen ser, esa independencia suya de sus vecinos les habría hecho mucho más fácil mostrar claramente la virtud al impartir y aceptar la justicia.44
44. Si realmente les importaba la justicia, ¿por qué los corintios se negaron a acudir al arbitraje (1,28, 1,34; cf. 1,78)? Rhodes plantea esto ad loc., pero los corintios presentan un argumento razonable más adelante: es tarde para acudir al arbitraje una vez que comienzan las hostilidades y una de las partes tiene la ventaja.
[38] Sin embargo, no son hombres de esta clase, ni para los demás ni para nosotros. Son nuestros colonos, pero siempre se han alejado y ahora están en guerra, alegando que no fueron enviados [como colonos] para que los trataran mal. Pero decimos que no creamos esta colonia para que nos insulten, sino para ser sus líderes y recibir de ellos la admiración que razonablemente podemos esperar. Ciertamente, nuestras otras colonias nos honran y los colonos nos aman mucho. Ahora está claro que, como a la mayoría de nuestros colonos les agradamos tanto, no es correcto que solo a ellos les desagrademos, y que nuestra operación militar es apropiada, ya que hemos sido agraviados en extremo. Lo más noble, si estuviéramos equivocados, sería que cedieran a nuestra ira, y sería una vergüenza para nosotros usar la violencia contra la moderación de su parte. Pero en la arrogancia [hibris] y la libertad de riqueza, nos han hecho muchos males. Y ahora acerca de Epidamno: es nuestra ciudad y ellos nunca la reclamaron cuando estaba en problemas, pero cuando vinimos a ayudarla, la tomaron y la retienen por la fuerza.
[39] Dicen que antes estaban dispuestos a acudir a un arbitraje para obtener justicia. Pero no tiene sentido solicitar un arbitraje cuando ya se tiene una ventaja segura; debe hacerse solamente después de que se haya puesto acción y palabra en igualdad de condiciones con nosotros, antes de comenzar dicha contienda. Pero esperaron hasta después de asediar el lugar. Luego, cuando se dieron cuenta de que no pasaríamos por alto el asunto, ofrecieron la apariencia del arbitraje. Y no basta con que hayan obrado mal allí; aquí les están pidiendo a vosotros no sólo una alianza sino una alianza en la injusticia—e incluso cuando están en guerra con nosotros. El momento adecuado para acudir a vosotros habría sido cuando estaban más seguros, antes de que nos hubieran hecho la injusticia, antes de que estuvieran en peligro, no en un momento en el que, aunque podríais ayudarlos, nunca habéis compartido una parte de su poder. Pero habréis de recibir la misma parte de culpa de nuestra parte, aunque os hubierais mantenido al margen de sus malas acciones. No. Sólo después de haber compartido el poder con vosotros durante mucho tiempo deberían esperar que compartáis las consecuencias de sus acciones.
[40] Ahora hemos demostrado que las acusaciones que presentamos son acertadas y que los corcirenses son violentos y codiciosos. 45 Ahora debéis comprender que sería injusto por vuestra parte aceptarlos como aliados. Sí, el tratado dice que las ciudades que no figuran en la lista pueden unirse al bando que quieran. Pero esta disposición no es para aquellos que se unen para causar daño a otros, y no (como veréis si estáis en vuestro sano juicio) para aquellos que necesitan seguridad porque renunciaron a otra alianza, o para aquellos que atraerán a sus nuevos aliados a la guerra en lugar de la paz.46 Eso es lo que les sucederá a vosotros a menos que estéis de acuerdo con nosotros. No os convertiréis simplemente en sus compañeros de combate, ¿comprendéis? También estarías cambiando un tratado con nosotros por la guerra, porque nos veríamos obligados, si váis con ellos, a tomar medidas defensivas contra vosotros juntamente con ellos. Por supuesto, tenéis todo el derecho de manteneros apartado del camino de ambas partes o, en caso contrario, la justicia exige que vayáis con nosotros en contra de ellos. Después de todo, tenéis un tratado con Corinto, pero ni siquiera tenéis un alto el fuego con Córcira.47 Y no deberíais establecer una regla que permita a una ciudad aliarse con una que se ha rebelado contra otra. Cuando Samos se rebeló, no votamos contra vosotros, mientras los peloponesios votaban en ambos sentidos sobre si debían salir en su defensa.48 En cambio, nos opusimos a la medida en público, con el argumento de que cada ciudad podía castigar a sus propios aliados. Mirad: si ayudáis a estos malhechores, es más probable que algunos de vuestros aliados se pasen a nuestro lado, y esta regla que has establecido se aplicará a vosotros más que a nosotros.
45. Codicioso: una forma de pleonexia, captando más de lo que te corresponde. Sobre el concepto, ver Glosario.
46. Para que quede claro el inglés, he tenido que reordenar esta frase de “it is Rather for others who not are” a “it is not for others who”.
47. Algo extraño, ya que Atenas y Córcira no necesitaban un alto el fuego, ya que nunca habían estado en guerra.
48. El pueblo de la isla de Samos desertó del imperio entre 440 y 439; los atenienses los reprimieron con gran violencia (1.115-17). Sólo de este pasaje aprendemos que Corinto votó por no intervenir. Tenga en cuenta que la Paz de los Treinta Años aceptó que Samos fuera parte de la Liga Ateniense, por lo que una intervención de los peloponesios habría sido una clara violación del tratado. Córcira, por el contrario, no participó en el tratado (Rhodes).
[41] Nuestras reclamaciones sobre vosotros tienen toda la justicia que necesitamos según las leyes de los griegos;49 y deberíais considerar esto, además: nos debéis un favor, que pensamos que ahora deberíais devolvernos, ya que somos ni enemigos que pretendan haceros daño, ni amigos que compartan una empresa. Cuando os faltaban buques de guerra para la guerra con Egina (antes de la invasión persa), tomasteis prestados veinte barcos de Corinto. Y recuerdad nuestro buen servicio en Samos, cuando impedimos que los peloponesios vinieran en ayuda de Samos. Hicimos posible la conquista de Egina y el castigo de Samos, y esto justo en el momento en que es natural que las personas que avanzan hacia sus enemigos olviden todo menos la victoria. Creen que quien les ayuda es un amigo, aunque antes fuera un enemigo, y quien se mantiene alejado es hostil, aunque antes fuera un amigo; porque priorizan la victoria inmediata por encima de las relaciones genuinas.
49. “Las leyes de los griegos”: convenciones (nomoi) que establecían las expectativas de comportamiento entre los estados griegos. Ver 2,37 (con nota 50.).
[42] Tomad estos puntos en serio. Si sois joven, aprende de los mayores y decide defendernos como nosotros os defendimos a vosotros. Y no decidan que lo que decimos es correcto pero no ventajoso en caso de que llegue la guerra. La verdadera ventaja, como veis, reside principalmente en hacer el menor daño posible, y un futuro que contenga esta guerra es bastante incierto, aunque Córcira la está utilizando para asustaros y provocar injusticias. Y sería una mala elección si, agitados por este miedo, incurrierais en la hostilidad cierta e inmediata de Corinto, que de otro modo no tendríais. Sin embargo, si estáis vosotros en sano juicio, preferiráis reducir las sospechas (que realmente ya tenemos) sobre el trato que habéis dado a Mégara.50 Un favor reciente en el momento adecuado, incluso si es pequeño, tiene el poder de mitigar un mal mayor. [Nuevamente, si estáis en sano juicio] no se sentirán tentados por su oferta de una gran alianza naval. No cometer injusticia contra un igual te hace más poderoso que aprovechar lo que parece una ventaja frente al peligro.
50. Esto puede referirse al Decreto de Mégara de 432, que cerró los mercados y puertos de Atenas y su imperio al comercio de Mégara, una acción ruinosa. Alternativamente, esto puede referirse mucho antes a la separación de Mégara de su alianza corintia con la ayuda de los atenienses, quienes construyeron largos muros desde Mégara hasta su puerto (1,103).
[43] Ahora hemos caído en las mismas circunstancias que vosotros cuando proclamamos en Esparta que uno puede castigar a los propios aliados;51 por eso ahora insistimos en que observes la misma regla y no, después de cosechar el beneficio de nuestra decisión. —Haznos daño con el tuyo. Danos un retorno igual; debes reconocer que este es precisamente el momento en que quien ayuda es más claramente un amigo, y quien se mantiene al margen es un enemigo. Y a este pueblo de Córcira, no los aceptemos como aliados en contra de nuestra voluntad, y no los defiendamos en su injusticia. Haga lo que le decimos y hará lo correcto y, al mismo tiempo, adoptará el plan que mejor sirva a sus propios intereses.
51. “Uno puede castigar a sus propios aliados”: Corinto votó en contra de intervenir cuando Atenas sofocó la rebelión del aliado ateniense Samos (1,40 y 1,115-17).
[44] Tal fue el discurso de los corintios.
Los atenienses los escucharon y se reunieron dos veces en asamblea. En el primer encuentro no fueron menos favorables a los corintios, pero en el segundo cambiaron de opinión: no formar una alianza completa con Córcira y tener amigos y enemigos en común (porque si Córcira les ordenaba navegar juntos contra Corinto, ellos violaría su tratado con el Peloponeso), en cambio formar una alianza defensiva, para defenderse mutuamente en caso de que alguien atacara Córcira o Atenas o sus aliados. Vieron que se avecinaba la guerra con el Peloponeso y quisieron impedir que Córcira, con tan grande armada, cayera en manos de Corinto. Consideraron que era mejor dejar que las dos ciudades se desgastaran mutuamente, de modo que si Atenas tuviera que hacer la guerra, sus enemigos en Corinto y en otros lugares serían más débiles en el mar.
[45] Con tal estrategia, Atenas aceptó la propuesta de Córcira, y poco después de que los corintios se marcharan, enviaron diez barcos para ayudar a defender Córcira.52 Sus órdenes eran evitar la batalla naval con los corintios a menos que navegaran contra Córcira o intentaran desembarcar tropas en suelo corcirense. Esto debían evitarlo si pudieran. Atenas dio estas órdenes para no disolver el tratado.
52. “Estaban al mando de Lacedemonio, hijo de Cimón, Diótimo, hijo de Estrómbico, y Proteas, hijo de Epicles”.
Luego, Corinto lanzó una segunda flota para atacar Córcira; después del éxito en la lucha del primer día, quedaron consternados al ver una importante flota ateniense unirse a los corcirenses. Vieron esto como una violación de la Paz de los Treinta Años.
[53] Entonces los corintios decidieron enviar algunos hombres a las naves atenienses en una barco pequeño rápido, sin varita de heraldo,53 para sondearlos. Fueron enviados a decir, en efecto: “Nos cometéis una injusticia, atenienses, al iniciar una guerra y disolver el tratado. Simplemente nos estamos vengando de nuestros propios enemigos, y vosotros habéis tomado las armas y os interponéis en nuestro camino. Si planeáis impedir que naveguemos hacia Córcira o cualquier otro lugar que deseemos, y pretendéis disolver el tratado, entonces aprésanos primero y trátanos como enemigos”. Así hablaron los corintios.
53. Como oficialmente no estaban en guerra, no fue necesario ningún heraldo.
Los corcirenses de la flota que pudieron oír esto inmediatamente gritaron: “¡Agárralos y mátalos!” Pero los atenienses respondieron: “No vamos a iniciar una guerra, peloponesios, tampoco vamos a disolver el tratado. Vinimos en apoyo del pueblo de Córcira, que son nuestros aliados. Así que si deseáis navegar a cualquier otro lugar, no os detendremos. Pero si navegáis hacia Córcira o cualquier otra parte de su país, haremos todo lo posible para deteneros”.
Luego, los corintios regresaron a casa, después de levantar un trofeo por su victoria. Los corcirenses también levantaron un trofeo, ya que ambos equipos tenían ahora algunos reclamos de victoria. Los corintios se llevaron consigo a 250 ciudadanos de Córcira que habían hecho prisioneros, junto con 800 esclavos capturados, que serían vendidos.
Debate en Esparta
Los argumentos a favor de hacer la guerra a Atenas (432 a. C.)
Las acusaciones inmediatas que los peloponesios imputan contra los atenienses fueron tres: (1) su asedio de Potidea, (2) su decisión de ayudar a defender la isla de Córcira contra Corinto y (3) su decreto que restringía el comercio con Mégara.
1. Potidea era una ciudad en el norte de Grecia a lo largo de la costa. Había sido fundada como colonia de Corinto, pero era miembro de pago de la Liga de Delos, que se había convertido, de hecho, en un imperio de Atenas. Temiendo que Corinto pusiera a Potidea en su contra, los atenienses exigieron que Potidea rompiera los lazos con Corinto. Cuando Potidea se negó, Atenas sitió la ciudad, lo que supuso un enorme esfuerzo militar (1,56-65, 2,58).54 Para el fin del asedio, ver 2,70.
2. Córcira La actual Corfú, era una colonia de Corinto que estaba en guerra con su ciudad madre, con la ayuda de Atenas.
3. Mégara era vecina inmediata de Atenas en dirección a Corinto; el decreto ateniense que prohibía el comercio entre Mégara y Atenas o cualquiera de los aliados atenienses causó grandes dificultades en la ciudad, y esto causó mucho resentimiento entre los peloponesios.
La gente de la isla de Egina presentó una acusación adicional, de forma menos oficial. Se quejaron de que Atenas había violado su autonomía, garantizada en el Tratado de Paz de los Treinta Años.
Invitados por Corinto, los representantes de las ciudades de la Liga del Peloponeso se reunieron en Esparta para tratar de convencer a los lacedemonios de entrar en guerra con Atenas con el argumento de que Atenas había violado el Tratado de Paz de los Treinta Años. Esto había estado en vigor desde el año 446, al menos en teoría. El tratado había obligado a Atenas a renunciar a algunas de sus conquistas en ese momento. El tratado enumeraba a los aliados de ambos lados y prohibía a cada lado reclutar a los aliados del otro. Al parecer, también especificó que futuros desacuerdos se deberían dirimir mediante arbitraje.
Esparta abrió su asamblea a una serie de quejas de sus aliados contra Atenas, de las cuales Corinto dio la última. Tucídides presenta sólo un breve esbozo de los primeros discursos, pero nos da su versión completa del discurso corintio, seguida de una respuesta de los atenienses. Después, los espartanos debatieron la cuestión entre ellos: un rey llamado Arquidamo pidió precaución, pero un funcionario conocido como éforo triunfó con un llamado a la guerra. 55
Estos cuatro discursos constituyen el famoso Debate de Esparta.56 Los cuatro están cuidadosamente compuestos en relación entre sí, de modo que la estructura del debate premia un estudio cuidadoso. Una característica notable del debate es que, si bien los enemigos de Atenas tienen mucho que decir contra esta, también comentan extensamente sobre la fortaleza militar y cultural de Atenas. Desde el principio se nos hace ver que los atenienses no podían perder esta guerra a menos que cometiesen errores terribles o tuvieran una mala suerte extraordinaria. Al representar los discursos de esta manera, Tucídides nos está preparando para la trágica caída de Atenas, que en realidad se deberá a una serie de errores militares agravados por extralimitaciones y mala suerte.
54. Sócrates sirvió como hoplita en la agotadora campaña de Potidea. Para una descripción de su comportamiento allí, véase Platón, Simposio 219e-220e.
55. Sobre la constitución espartana, véase Introducción, xviii-xix.
56. Los estudiosos no están de acuerdo sobre el estatus histórico de tales discursos en Tucídides. Ver 1,22 e Introducción, xxx–xxxiv.
[66] Estas fueron las acusaciones que atenienses y peloponesios se hicieron unos a otros antes de la guerra: los corintios se quejaron de que Atenas había sitiado su colonia Potidea mientras los corintios y los peloponesios estaban allí; los atenienses que Corinto había obligado a su aliado de pago a separarse, y que después de esto lucharon abiertamente del lado de Potidea contra Atenas. Pero la guerra aún no había estallado y la tregua se mantuvo, porque los corintios que tomaron la acción eran voluntarios que actuaban en privado.
[67] Sin embargo, una vez que Potidea estuvo bajo asedio, los corintios no se relajaron. Tenían hombres dentro y temían que se perdiera el lugar. Inmediatamente convocaron a sus aliados a Lacedemonia y, cuando llegaron, clamaron que Atenas había roto el tratado y cometido una injusticia contra el Peloponeso. Aunque el pueblo de Egina temía demasiado a Atenas como para enviar una embajada formal, en secreto dieron su respaldo más urgente al llamado de los corintios a la guerra, alegando que no tenían la autonomía que les prometía el tratado.57
57. Egina, una isla cercana a Atenas, se había rebelado en 457 y quedó bajo firme control ateniense. No sabemos con precisión qué tipo de autonomía se había prometido al pueblo de Egina, ni cómo sentían que se había infringido. Este pasaje probablemente se refiere al Tratado de Paz por Treinta Años; véase 2,27 con las notas de Hornblower sobre ambos pasajes. Sobre el concepto de autonomía, ver Glosario.
Los lacedemonios, por su parte, invitaron a sus otros aliados y a cualquiera que tuviera alguna queja de injusticia contra Atenas. Después de convocar su asamblea ordinaria, convocaron a pronunciar discursos. Cada grupo presentó sus propias acusaciones. Los megarenses plantearon varias cuestiones, especialmente que iba en contra del tratado que Atenas les cerrara los puertos en todo el Imperio ateniense y les prohibiera la entrada al mercado de Atenas. Los últimos fueron los corintios, que habían dado a los demás la oportunidad de provocar la ira de los lacedemonios. Hablaron de la siguiente manera:
Discurso de los corintios
[68] Vosotros, lacedemonios, tenéis tanta confianza en vuestra constitución y en vuestra sociedad que sospecháis demasiado de nosotros, los de fuera, cuando tenemos una queja que presentar. Esta confianza os llena de autocontrol,58 pero también os vuelve bastante ignorantes en asuntos exteriores. Muchas veces os hemos advertido del daño que Atenas estaba a punto de causarnos, y cada vez habéis ignorado por completo nuestras indicaciones. Sospecháis que hablamos solamente por nuestros intereses personales, y por eso no habéis convocado a la Liga antes de que nos lastimaran, sino que esperasteis hasta que realmente nos sucediera algo.
58. Autocontrol: sōphrosunē, virtud asociada a la oligarquía y también a Lacedemonia. La palabra griega no puede estar contenida en una palabra inglesa; también se traduce en estas páginas como “prudencia”, “moderación” y “lucidez”.
Y ahora estamos en la mejor posición para hablar, ya que tenemos las peores quejas: Atenas nos ha injuriado59 y vosotros nos habéis descuidado. Ahora bien, si los atenienses hubieran cometido sus injusticias contra Grecia en secreto, no lo sabríais y tendríamos que informaros. Pero tal como están las cosas, ¿quién necesita un largo discurso? Se puede ver que han subyugado60 a algunos de nosotros, mientras conspiran contra otros (especialmente nuestros aliados), y desde hace mucho tiempo se han movilizado para cualquier guerra. De lo contrario, no nos habrían arrebatado Córcira por la fuerza ni sitiado Potidea, cuando una de ellas es muy útil para atacar nuestros intereses en Tracia, y la otra podría habernos proporcionado, a los peloponesios, una armada muy importante.61
59. Injuriados: la forma verbal de hibris, que puede incluir insultos y violaciones.
60. Subyugado: el texto griego significa literalmente “esclavizado”. Consulte el Glosario en “subyugación”.
61. Córcira (la actual Corfú) tenía una armada de 120 trirremes, la segunda más grande de Grecia. De hecho, Corinto fue el agresor en su disputa con Córcira, y Atenas simplemente había respondido a los llamados de ayuda contra Corinto (ver 1,24 ss. y p. 15). Potidea tenía una importancia estratégica para los intereses de Atenas en la parte del norte de Grecia conocida como Tracia, que era una fuente de oro y madera para los barcos. Antigua colonia corintia, había sido miembro tributario de la alianza ateniense hasta su rebelión contra Atenas en 432.
[69] Y de todo esto sois vosotros mismos responsables, porque les permitisteis primeramente fortificar su ciudad después de las guerras persas y luego construir las largas murallas.62 Desde aquel día hasta hoy habéis estado privando de la libertad, y no sólo la de los pueblos que ellos han subyugado, sino también de vuestros aliados. Si tenéis el poder de poner fin a la subyugación y, sin embargo, miráis hacia otro lado mientras ocurre, entonces la habéis hecho vosotros mismos, con mayor verdad que si hubierais sido los mismos subyugadores, ¡y mucho más si os adjudicáis el honor y la virtud de ser los libertadores de Grecia!63
62. Las largas murallas que protegían el camino de Atenas a su puerto del Pireo (Muros Largos), se construyeron en el año 458.
63. Ver 2,8 y 8,46, acerca de la afirmación espartana de ser los libertadores de Grecia.
Incluso ahora ha sido difícil celebrar esta reunión y nuestra agenda no está clara. Ya no deberíamos preguntarnos si hemos sufrido una injusticia, sino cómo podemos defendernos. Los atenienses tomaron una decisión y sin demora se pusieron en acción contra nosotros, mientras nosotros estábamos indecisos. Pero sabemos el camino que siguen, cómo los atenienses invaden poco a poco a sus vecinos. Mientras piensen que estáis ciego ante esto y no os dais cuenta, procederán con cierta cautela; pero una vez que se den cuenta de que estáis mirando hacia el otro lado, con pleno conocimiento, nos atacarán ferozmente. Vosotros, los lacedemonios, sois los únicos griegos que preferís la procrastinación al empoderamiento como defensa, y sois los únicos a los que os gusta aplastar a vuestros enemigos no al comienzo, sino cuando han duplicado sus fuerzas. Se suponía que podíamos depender de vosotros, pero tal reputación ha eclipsado la verdad. Nosotros mismos sabemos que los persas llegaron desde los confines de la tierra hasta el Peloponeso antes de que enviarais una fuerza importante contra ellos; y ahora miráis para el otro lado con respecto a los atenienses, que no están tan lejos como ellos, sino cerca; y en lugar de acometerlos para vuestra propia defensa, estáis esperando a que ataquen, cuando las probabilidades de ganar serán mucho peores para vosotros. También sabemos que el rey persa fue derrotado principalmente por sus propios errores, y que nuestra supervivencia hasta ahora contra los atenienses se ha debido más a sus errores que a cualquier ayuda vuestra. Realmente, algunos que no se prepararon porque confiaban en vuestra ayuda han sido destruidos.
Ahora, por favor, no crean que estamos hablando de esta manera por ser hostiles; esto es simplemente una queja. Las quejas son para los amigos que cometen errores, las acusaciones para los enemigos que cometen injusticias. [70] Además, creemos que estamos en una posición ventajosa para criticar a nuestros vecinos, especialmente en vista de las grandes diferencias entre las dos partes, diferencias que creemos vosotros no podéis ver.
No creemos que hayáis pensado bien qué clase de personas son estos atenienses: vuestra lucha será con un pueblo totalmente diferente a vosotros. Les encanta la innovación y son rápidos para inventar un plan y luego llevarlo a la práctica, mientras que vosotros sólo son buenos para mantener las cosas como están, y nunca creáis nada nuevo ni siquiera llegáis más lejos de lo que sea necesario en la acción. Además, son audaces más allá de sus fuerzas, toman riesgos irreflexivos y todavía esperan lo mejor en el peligro; mientras que vuestras acciones siempre están por debajo de vuestro poder, desconfiais incluso de lo que en vuestra mente sabéis que es cierto y nunca pensáis que podríais ser librado del peligro. Sobre todo, ellos nunca titubean; vosotros siempre estáis postergando; ellos nunca están en casa, y vosotros sois los peores hogareños, porque ellos cuentan con conseguir algo yendo al extranjero, mientras que vosotros teméis perder lo que tenéis si salís a alguna parte.
Cuando ellos vencen a sus enemigos, avanzan aún más; y cuando son vencidos por ellos, son los que menos retroceden. Y en cuanto a sus cuerpos, los dedican por completo al servicio de la ciudad como si no fueran suyos, mientras que mantienen total posesión de sus mentes cuando hacen algo por ella. A menos que logren lo que se han propuesto, no escatiman en usar sus propios recursos. Y si consiguen lo que buscaban, lo consideran a la ligera en comparación con lo que traerá su próxima acción, pero si fracasan en algún intento, recurren a otras esperanzas y compensan la pérdida de esa manera. Verás, sólo ellos obtienen lo que esperan tan pronto como lo piensan, gracias a la velocidad con la que ejecutan sus planes.
Se afanan en llenar todos sus días con trabajo duro y peligro. Lo que tienen no tienen tiempo para disfrutarlo, porque continuamente adquieren más. Consideran un día de fiesta como el tiempo propicio para trabajar en algo que era necesario acabar; y piensan que un descanso ocioso es más problemático que un trabajo fuerte. De modo que, en una palabra, es cierto decir que nacen para no reposar ni dejar reposar a nadie más.
[71] Así es su ciudad, lacedemonios, ¡y aún así vosotros procrastináis! No te das cuenta de que disfrutarás de la paz más duradera si dejas clara tu intención de no tolerar nunca la injusticia y al mismo tiempo utilizar tu propio ejército con justicia. Vosotros pensáis que la justicia reside en la defensa, que no daña a los demás, ni os hace daño a vosotros mismos. Esto difícilmente funcionará incluso si tuvierais vecinos como vosotros. Como acabamos de mostraros, vuestras costumbres son bastante anticuadas en comparación con las de ellos. Las nuevas formas necesariamente prevalecen sobre las antiguas, tanto en política como en tecnología; las tradiciones inmutables pueden ser lo mejor para una ciudad en paz, pero una ciudad que enfrenta las múltiples necesidades de una guerra inminente también requiere de muchas innovaciones. Por eso ha habido más cambios en Atenas que aquí, debido a la amplia experiencia de los atenienses.64
64. Los lacedemonios se enorgullecían de la idea, en gran parte mítica, de que sus instituciones no habían cambiado desde la época de Licurgo (principios del siglo VIII). Los cambios en Atenas probablemente sean las reformas democráticas, el crecimiento del comercio y la creación de una armada. Para conocer las opiniones encontradas de Tucídides sobre la eficacia de la democracia en la guerra, véase Introducción, xxxvi.
¡Así que ahora es el momento de poner fin a tu letargo! Ayuda a Potidea y a los demás, como prometiste, atacando inmediatamente el Ática, para no traicionar a vuestros amigos y parientes dejándolos al albedrío contra sus peores enemigos y obligándolos desesperadamente a buscar alguna otra alianza. No habría en ello ninguna injusticia, ni para los dioses que recibieron nuestros juramentos ni para el pueblo que los escuchó. Los tratados no los rompen quienes se van a otra parte porque fueron abandonados, sino quienes no ayudan a quienes juraron ayudar. Pero si decidís comprometerte, nos quedaremos a vuestro lado, ya que cambiar aliados sería entonces un sacrilegio,65 y en cualquier caso nunca encontraríamos aliados más compatibles. Pensad detenidamente en todo esto y tratad de no permitir que el Peloponeso, bajo vuestro liderazgo, se hunda por debajo del nivel que os legaron vuestros antepasados.
65. Sacrilegio: no hosia, por lo tanto impío o irreverente. Sobre el concepto de to hosion ver nota 3,82.
[72] Así hablaron los corintios. Los embajadores atenienses se encontraban ya en Esparta por otros asuntos, y cuando oyeron los discursos contra ellos decidieron presentarse ante los lacedemonios, no para defenderse de las acusaciones formuladas por las ciudades, sino para persuadir a los lacedemonios a considerar toda la cuestión con más amplitud y detalle en lugar de tomar una decisión rápida. Además, deseaban señalar lo poderosa que era su ciudad, refrescando la memoria de los mayores y al mismo tiempo instruyendo a los jóvenes sobre el pasado. Creían que su discurso inclinaría a los lacedemonios más hacia la paz que hacia la guerra. Entonces fue cuando ellos pidieron permiso para hablar ante la asamblea. Al ser invitados a hacerlo, se acercaron y hablaron de la siguiente manera:
Discurso de los atenienses 66
66. El discurso ateniense no responde a acusaciones específicas de los corintios como el asunto de Potidea. En cambio, responde a lo que Tucídides llamó anteriormente “la verdadera razón de la disputa” (1,23): el crecimiento del Imperio ateniense, que también fue un tema general del discurso corintio (1,69). Así, al dar forma al debate que representa, Tucídides relega a un segundo plano “las explicaciones que ambas partes dieron en público”. Está menos interesado en las palabras pronunciadas en Esparta que en la verdadera cuestión subyacente; Tucídides representa esto tal como él lo ve, como un debate sobre el imperio.
[73] Nuestra misión aquí no era entablar una discusión con vuestros aliados, sino representar a nuestra ciudad en otros asuntos. Sin embargo, cuando oímos el gran clamor contra nosotros, nos acercamos, no para responder a las acusaciones hechas por las ciudades (porque vosotros no sois un tribunal encargado de juzgar nuestros discursos y los de ellos), sino para que no os dejéis persuadir demasiado fácilmente por vuestros aliados y de esa forma tomeis una mala decisión en asuntos de gran importancia. Además, queremos revisar todo el proceso contra nosotros y demostrar que no somos irrazonables la conservación de nuestras posesiones y también que somos una ciudad a tener en cuenta.
No es necesario hablar del pasado lejano, del cual la voz que corre en el público es mejor testimonio que lo que vosotros, los oyentes, habéis visto. Sin embargo, las guerras persas y los acontecimientos que vosotros conocéis por experiencia propia deben incluirse en este discurso, aunque sea una molestia para nosotros seguir mencionándolos. En ese momento asumimos riesgos al accionar para lograr beneficios que en parte fueron de hecho vuestros; así que a estas alturas no deberíamos ser privados de toda nuestra gloria, por si sirve de algo. Esta historia se contará, no a modo de petición de favores, sino como evidencia para mostraros qué tipo de ciudad será vuestro oponente si tomáis la decisión equivocada.
Decimos que en Maratón nos enfrentamos a los persas primero y solos.67 Y cuando vinieron por segunda vez, cuando éramos demasiado débiles para resistir por tierra, tomamos nuestros barcos con todo nuestro pueblo y nos unimos a la batalla en Salamina [en 480], lo que les impidió navegar hasta el Peloponeso y destruir una ciudad tras otra con una flota tan grande que no habrías podido combinar fuerzas contra ella. La mejor prueba de ello proviene del propio rey persa: tan pronto como fue derrotado en el mar, rápidamente tomó la mayor parte de su ejército y regresó a casa, viendo que su poder ya no era el que había sido.
67. Las tropas de Platea también participaron en la batalla de Maratón en 490.
[74] Así fue, y está claro que, cuando nuestra causa dependía de barcos griegos, los atenienses aportamos las tres cosas que más contribuyeron a la victoria: el mayor número de barcos, el comandante más inteligente y el celo más inquebrantable. Suministramos poco menos de dos tercios de los cuatrocientos barcos.68 Temístocles, el líder ateniense, recibe el mayor crédito por situar la batalla en el estrecho marítimo, lo que claramente salvó nuestra causa; y por ello lo honrastéis más que a cualquier otro extranjero que vino a vuestra ciudad. Demostramos la más audaz diligencia cuando nadie vino en ayuda de nosotros desde más al sur y cuando toda Grecia al norte de nosotros estaba sometida por los persas. Luego decidimos que era correcto abandonar nuestra ciudad y sacrificar nuestra propiedad. No queríamos abandonar la causa común de nuestros aliados restantes ni separarnos y volvernos inútiles para ellos, así que nos embarcamos en nuestros barcos sin enfadarnos con vosotros por no haber acudido en nuestra defensa antes.
68. Una exageración: había 200 barcos atenienses en una flota aliada de poco menos de 400.
Insistimos, por tanto, en que nuestra acción les hizo al menos tanto bien a vosotros como a nosotros. Vinisteis a ayudar, cuando ya no teníamos nada que salvar, y lo hicisteis más por miedo propio que por nosotros, ya que dejasteis atrás ciudades donde aún estaban ocupadas vuestras casas, y las que esperabais disfrutar en el futuro. Nosotros, sin embargo, partimos de una ciudad que ya no existía, arriesgamos nuestras vidas por hogares que sobrevivieron sólo con una pequeña esperanza, e hicimos nuestra parte en la lucha para salvaros y al mismo tiempo salvarnos a nosotros mismos.69 Si nos hubiéramos rendido contra los persas antes, como lo habían hecho los demás, por miedo a perder nuestra tierra, o si no hubiéramos tenido el coraje de subir a nuestros barcos, si nos hubiéramos creído derrotados, entonces no habría tenido sentido luchar contra los persas en el mar: no teníais suficientes barcos, y los persas habrían tomado todo lo que quisieran sin dar tan siguiera un solo golpe.
69. En 480, cuando la segunda invasión persa bajo el mando de Jerjes llegó a Atenas, los atenienses enviaron a sus esposas e hijos a un lugar seguro en las islas y pusieron a todos los hombres disponibles a bordo de sus barcos de combate.
[75] ¿Realmente, lacedemonios, en vista de nuestro celo e inteligente estrategia durante las guerras persas, merecemos que los griegos nos traten con tan extrema hostilidad, a pesar de que poseemos en verdad un imperio? Después de todo, no tomamos el imperio por la violencia; fueron los propios aliados quienes vinieron y nos rogaron que asumiéramos el mando cuando vosotros no estabais dispuestos a permanecer a nuestro lado y terminar la guerra contra los persas.70 Después de la guerra nos vimos obligados a desarrollar nuestro imperio hasta su dominio actual por miedo, primeramente, pero también por ambición y, por último, para nuestro propio beneficio.71 Cuando llegamos a ser odiados por la mayoría de la gente,72 cuando algunos ya se habían rebelado y habían sido reprimidos, y cuando vosotros habíais convertido nuestra antigua amistad en sospecha y hostilidad, entonces pensamos que no sería seguro arriesgarse a dejar a nadie en libertad, especialmente porque los rebeldes se habían pasado a vuestro lado.73 No se debe culpar a nadie por velar por sus propios intereses para defenderse de peligros tan grandes.
70. Esto es engañoso: los lacedemonios no dejaron simplemente el asunto en manos de Atenas. Inicialmente, la alianza griega contra el Imperio Persa estuvo dirigida por ellos. Pero su general, Pausanias, enajenó a suficientes aliados que estos recurrieron a Atenas en busca de liderazgo, que Atenas al mismo tiempo estaba ansiosa por proporcionar por razones económicas: inicialmente para salvaguardar y expandir el comercio, y más tarde para asegurar ingresos del imperio. Ver 1,95 y 1,96.
71. “Fuimos obligados”: el verbo es afín a anankē, necesidad. Sobre el concepto, véase Introducción, xli, y siguientes. Las tres fuerzas motrices son deos, timē, y ōphelia. El miedo es la explicación favorita de Tucídides para la violencia y la injusticia, y lo ve funcionando incluso cuando está muy por debajo de la superficie. La palabra traducida como “ambición” significa literalmente “honor”.
72. “Odiado por la mayoría de la gente”: ver 2,8, 1,99, y 3,47. Probablemente esto sea una exageración, ya que gran parte del imperio parece haber sido leal a Atenas incluso en la adversidad. La cuestión es debatida por los estudiosos. ¿Se puede confiar en Tucídides en este punto? ¿O está adoptando una perspectiva estrechamente oligárquica? ¿Vieron los atenienses comunes y corrientes su imperio de esta manera? ¿Fue Atenas vista como partidaria de la democracia en las ciudades sometidas? ¿Se volvió realmente más duro el imperio alrededor del año 432 y se relajó después bajo la presión de la guerra? En 1,99, Tucídides explica el declive de la popularidad ateniense en estos términos: los aliados empezaron haciendo pagos para evitar contribuir con tropas o barcos a la guerra contra Persia. Luego, cuando no cumplían con sus obligaciones financieras, las fuerzas atenienses vendrían contra ellos. Como habían reducido sus propias fuerzas militares, no tendrían medios adecuados de defensa contra Atenas, por lo que se veían obligados a continuar en el imperio, algunos de ellos con resentimiento (ver Introducción, xxi).
73. Atenas había estado malamente asustada por la rebelión de la cercana isla de Eubea en 446; por eso habían aceptado el tratado de Paz por Treinta Años.
[76] Vosotros, los lacedemonios, por ejemplo, utilizáis vuestra posición de liderazgo en el Peloponeso para arreglar los asuntos de las ciudades de allí en vuestro beneficio. Si hubieran permanecido como líderes de la alianza contra los persas, todos los habrían odiado tanto como a nosotros ahora, y estamos seguros de que vuestro liderazgo no habría sido menos doloroso para los aliados que el nuestro. También vosotros os habríais visto obligados a gobernar con mano dura o, de lo contrario, os habríais puesto en peligro. No hemos hecho nada en esto que pueda causar sorpresa, y no nos hemos desviado del comportamiento humano normal: simplemente aceptamos un imperio que se nos ofreció y luego nos negamos a entregarlo. Si nos hemos visto vencidos por tres de los motivos más fuertes que existen: la ambición, el miedo y nuestros propios intereses, no hemos sido los primeros en hacerlo. Siempre se ha establecido que los más débiles son reprimidos por los más fuertes.74 Además, nosotros asumimos esto porque nos creíamos dignos de ello, y vosotros también así lo pensaban, eso es hasta ahora que estáis calculando vuestros propios intereses y apelando a la justicia, que nadie ha preferido jamás forzar, si con ella tuviera la oportunidad de lograr algo y obtener una ventaja.
74. Véase el Diálogo de Melian, 5,105; y Demócrito, frag. 267: “Por naturaleza conviene que gobiernen los más fuertes”.
Cuando las personas gobiernan a otras, siguiendo la naturaleza humana,75 merecen ser elogiadas si usan más justicia de la necesaria, en vista de su poder. Y pensamos que si alguien más estuviera en nuestra posición, realmente veríais lo moderados que hemos sido; sin embargo, nuestra propia justicia nos ha traído desprecio en lugar de los elogios que es razonable esperar.
75. Sobre las opiniones de Tucídides sobre la naturaleza humana, que pueden no ser las mismas que las expresadas por los atenienses, véase Introducción, xl-xli.
[77] Si bien hemos sufrido algunas pérdidas por demandas derivadas de tratados con nuestros aliados, y les hemos permitido ser juzgados en nuestra propia ciudad por leyes imparciales, se nos ha dado una reputación de litigantes.76 Nadie se da cuenta de que otros, que tienen imperios en otros lugares, y son menos moderados que nosotros hacia sus estados súbditos, nunca son reprendidos por ello. Aquellos que tienen el poder de usar la fuerza, como ve, no tienen ninguna necesidad de recurrir a la ley. Y, sin embargo, como estos hombres están acostumbrados a tratar con nosotros en igualdad de condiciones, si pierden algo que creen que no deberían haber perdido, ya sea por sentencia de nuestros tribunales o por el poder de nuestro gobierno, no están agradecidos con la gran cantidad que retienen. Por el contrario, se quejan más de su pequeña pérdida que si hubiésemos dejado de lado la ley y nos hubiésemos apoderado abiertamente de sus bienes desde el principio. Porque en ese caso, ni siquiera ellos podrían negar que los más débiles deben ceder el paso a los más fuertes. Aparentemente, las personas sienten más pasión por la injusticia que por la violencia, porque entonces sienten que alguien que es igual a ellos se ha aprovechado injustamente, mientras aceptan la violencia de alguien más fuerte como una cuestión de necesidad. Incluso cuando sufrieron cosas peores bajo el dominio de los persas, las aceptaron; pero ahora encuentran nuestro imperio difícil de soportar. Y eso era de esperarse: el presente es siempre lo peor para quienes están sujetos al dominio de otros.
76. La interpretación de este pasaje está en duda. Según la lectura alternativa, preferida por Hornblower, los atenienses estaban perdiendo casos juzgados en el extranjero y, por lo tanto, trasladaron los juicios a Atenas para poder obtener una audiencia más justa para ellos mismos. Esto puede defenderse de los griegos, pero no encajaría en un contexto en el que los atenienses alegan justicia para con sus aliados.
Por eso, si nos vencieran y tendrían que administrar el imperio vosotros mismos, pronto encontraréis un cambio en el amor que ahora les profesan por miedo a nosotros, al menos si estáis planeando el tipo de comportamiento que mostrasteis cuando fuisteis sus líderes durante ese corto tiempo contra los persas.77 Las costumbres de vuestro país no son compatibles con las de otros; y para colmo, cuando alguno de vosotros viaja al extranjero, no sigue vuestras costumbres ni las del resto de Grecia.
77. “El tipo de comportamiento que mostrasteis ”: a través de un comportamiento tiránico, el general espartano Pausanias había enajenado varias de las ciudades griegas que había liberado de los persas en el norte de Grecia (1,94-95); pero otro general espartano, Brásidas, lograría ganar amigos para Esparta en esa región (4,76 y sigs.). Sin embargo, los acontecimientos demostraron que Esparta podía ser un amo severo (véase 3,93).
[78] Tomad vuestras decisiones con el cuidado lento y deliberado que requieren los asuntos de importancias, y no os causéis problemas cediendo a las opiniones y quejas de otras personas. Antes de ir a la guerra, debéis daros cuenta de lo impredecible que es la guerra. Cuanto más dure, más probabilidades habrá de que dependa del azar. Las probabilidades de desastre son las mismas para ambas partes y nadie puede ver dónde residen los peligros. La gente tiende a ir a la guerra al revés, empezando con la acción y pasando a la discusión sólo después de haber sufrido daño. No estamos cometiendo ese error, y vosotros tampoco, hasta donde podemos ver. Entonces, si bien todavía es posible que ambas partes utilicen su buen juicio, les pedimos que no disolváis el tratado ni rompáis vuestros juramentos, sino que presentéis nuestras diferencias a arbitraje de acuerdo con el acuerdo. Si no, los dioses que escucharon los juramentos son nuestros testigos, una vez que hayáis comenzado la guerra haremos todo lo posible para resistir dondequiera que os aparezcáis en el camino.
[79] Así hablaron los atenienses. Después de que los lacedemonios escucharon las quejas de sus aliados contra Atenas, así como el discurso ateniense, sacaron a todos los demás de la asamblea y discutieron la situación entre ellos. La opinión de la mayoría se redujo a esto: que los atenienses eran culpables de injusticia y que debían ir a la guerra de inmediato. Pero su rey, Arquidamo, que tenía fama de inteligente y prudente, se adelantó y habló en este tono:
Discurso de Arquidamo
[80] He visto demasiadas guerras, lacedemonios, (y también vosotros, si tenéis mi edad) para que cualquiera de nosotros desee el negocio movido por esa creencia ignorante, a la que sucumbe la gente común, de que la guerra es algo seguro y bueno. Si lo pensáis con claridad, veríais que esta guerra que estamos discutiendo no sería pequeña. Nuestra fuerza sería comparable si tuviéramos que luchar contra otros peloponesios, que son nuestros vecinos, donde podríamos llegar rápidamente a cualquier lugar. Pero estos hombres viven en una tierra lejana y, además, están magníficamente entrenados en el mar y tienen todo tipo de excelentes recursos: riqueza pública y privada, barcos, caballos, infantería, la mayor población de cualquier ciudad de Grecia y muchos contribuyentes aliados también. ¿Cómo podríamos emprender a la ligera una guerra con hombres como estos? Sin estar preparados como estamos, ¿de dónde podríamos sacar la confianza para lanzarnos a la guerra? ¿De nuestros barcos? Somos más débiles en esto y llevaría tiempo construir y entrenar una armada que esté a la altura de la de ellos. ¿De nuestro dinero? En esto somos aún más débiles, ya que no tenemos tesoro público y no podemos recaudar dinero fácilmente de nuestros ciudadanos.
[81] Quizás alguno de vosotros se anime con nuestra infantería pesada, que es superior a la de ellos en calidad y número, porque esto nos permitiría invadirlos frecuentemente y destruir sus tierras. Pero tienen mucha tierra en su imperio y traerán todo lo que necesiten por mar. Si, por el contrario, intentamos que sus aliados se rebelen, tendremos que proporcionarles apoyo naval, ya que son en su mayoría isleños. Entonces, ¿qué tipo de guerra será ésta? A menos que tomemos el control del mar o cortemos los ingresos que sostienen a su armada, estaremos en peor situación que nunca. Y entonces habremos ido demasiado lejos para lograr una paz honorable, especialmente si todos piensan que nosotros iniciamos la disputa. No debemos permitirnos la falsa esperanza de que pondremos fin rápidamente a la guerra si destruimos sus cultivos. No, me temo que dejaremos esta guerra como legado a nuestros hijos. No podemos esperar que los atenienses abandonen servilmente sus ambiciones de salvar su tierra o que, con su experiencia, sean fácilmente destruidos por la guerra.
[82] Ahora bien, no os estoy pidiendo que estéis tan ciegos ante el daño que Atenas está causando a vuestros aliados que dejéis que se salgan con la suya y no hagáis nada para atraparlos mientras conspiran contra nosotros.78 Pero no toméis las armas todavía. En cambio, vayamos a ellos y hagámosle exigencias, sin dar a entender demasiado claramente si planeamos hacer la guerra o cedemos, y así aprovechamos el tiempo para preparar nuestras fuerzas. Deberíamos conseguir aliados, ya sean griegos o extranjeros, que puedan añadir una fuerza naval o dinero a nuestro poder. (Nadie debe ser culpado por tratar de salvarse recibiendo ayuda tanto de extranjeros como de griegos; no si Atenas está conspirando contra ellos, como lo está haciendo contra nosotros.79) También deberíamos acumular mayores recursos. Si Atenas acepta nuestras demandas, mucho mejor; si no, dejaremos pasar dos o tres años y luego los atacaremos, si así lo deseamos, desde una posición más fuerte. Y tal vez una vez que hayan visto nuestros preparativos y se den cuenta de que realmente pretendemos respaldar nuestras demandas, cederán más fácilmente, eso es antes de que sus tierras de cultivo se arruinen y mientras todavía puedan decidir salvar los bienes que tienen ahora, que aún no están destruidos. Recuerden, su tierra no es más que un rehén para nosotros y, como tal, nos es más útil cuanto mejor cultivada esté. Deberías preservar las tierras de cultivo atenienses el mayor tiempo posible y no llevarlos a que se desesperen tanto que sean más difíciles de controlar. Si las quejas de nuestros aliados nos empujan a destruir sus tierras antes de que estemos preparados, entonces tengamos cuidado de no traer vergüenza y dificultades al Peloponeso.
78. “Estar tan ciego”: esta es una de las acusaciones de Corinto, ver 1,69.
79. “Nadie debe ser culpado”: ver 1,75, donde los atenienses introducen esta línea de pensamiento: que no se puede culpar a una ciudad por las acciones tomadas en su propia defensa. Buscar ayuda de extranjeros (lo que en este caso probablemente significó usar dinero o barcos persas contra Atenas) fue algo terrible, poco después de la larga y dura guerra para mantener a los persas fuera de los asuntos griegos. Los atenienses descarrilaron un primer intento espartano de negociar con Persia (2,67). Sin embargo, hacia el final de la guerra, casi veinte años después de este debate, Esparta utilizó la ayuda persa para derrotar a Atenas. Como en otras partes del debate, Tucídides puede estar presagiando el resultado de la guerra.
Debemos reconocer que las quejas pueden resolverse, ya sean de ciudades o de particulares, y que estaríamos involucrando a todos en una guerra por intereses privados,80 cuando el progreso de la guerra no se puede prever y no hay una manera decente de terminarla fácilmente.
80. “Intereses privados”: no podemos estar seguros de lo que esto significa. Quizás se refiera al transporte marítimo comercial que preocupa a Corinto y Mégara.
[83] Ahora bien, aunque somos muchos, nadie debe pensar que es cobardía lo que nos impide atacar rápidamente aquella ciudad. Tienen tantos aliados como nosotros y los suyos les dan dinero. Después de todo, la guerra depende más de las finanzas que de las armas, ya que el dinero permite utilizar las armas; y esto es especialmente cierto cuando una potencia terrestre se enfrenta a una potencia marítima. Por lo tanto, primero debemos recaudar dinero antes de dejarnos llevar por los discursos de nuestros aliados. Somos nosotros quienes cargaremos con la mayor responsabilidad por el resultado, en cualquier caso, por lo que debemos tomarnos el tiempo de mirar hacia lo lejos.
[84] Sí, somos lentos y nos retrasamos; esa es la mayor queja sobre nosotros por parte de nuestros aliados. Pero no os avergoncéis de eso. Si comenzamos la guerra apresuradamente, tendremos muchos retrasos antes de terminarla debido a nuestra falta de preparación. Además nuestra ciudad siempre ha sido famosa, siempre ha sido libre; y esta lentitud nuestra no es realmente más que un lúcido autocontrol. Esto es lo que nos da nuestra capacidad única de contener nuestra arrogancia81 en el éxito y de ceder menos que otros ante la desgracia. Cuando la gente trata de incitarnos con elogios para que hagamos algo peligroso, no permitimos que el placer de ello supere nuestro mejor juicio; y si alguien intenta incitarnos con duras críticas, no nos dejamos llevar por nuestra ira. Nuestra disciplina nos convierte en buenos soldados y nos otorga buen juicio. Somos buenos soldados porque nuestro control propio es la causa principal del sentimiento de vergüenza, y de la vergüenza del coraje;82 mientras que poseemos un buen juicio porque nuestra educación nos deja demasiado ignorantes para menospreciar nuestras leyes,83 y nuestro control propio es demasiado estricto para desobedecerlas. No tenemos nada de esa inteligencia inútil que condena a las fuerzas enemigas a pronunciar un excelente discurso pero que no logra producir un ataque tan efectivo en el campo de batalla. En cambio, pensamos que los planes de nuestros vecinos son tan buenos como los nuestros y no podemos determinar quién tiene mejores posibilidades de guerra en un discurso. Por eso siempre hacemos nuestros preparativos en acción, asumiendo que nuestros enemigos saben lo que están haciendo. No debemos basar nuestras esperanzas en la creencia de que ellos cometerán errores, sino en nuestra propia y cuidadosa previsión. Y no debemos pensar que hay mucha diferencia entre un hombre y otro, salvo que ganará aquel cuya educación haya sido más severa.
81. Arrogancia: hibris.
82. “Nuestro autocontrol. . . coraje”: literalmente, “Un sentimiento de vergüenza desempeña el papel más importante en el autocontrol, y el valor desempeña el papel más importante en la vergüenza”. Cuando x participa en y, es y el que explica x. Para la interpretación de este difícil pasaje, véase Nussbaum (1986, 508, n. 24), y mi nota sobre 3,83. Autocontrol (sōphrosunē), la principal virtud asociada a Esparta, está esencialmente ligada al sentimiento de vergüenza (aidōs), que es muy parecido a la vergüenza en sí (aischunē). La vergüenza conduce al coraje porque los hombres que tienen un sentimiento de vergüenza no querrán que los vean haciendo algo cobarde.
83. A los sofistas se les prohibió llevar las nuevas enseñanzas a los lacedemonios. Estos estaban orgullosos de su resistencia a los nuevos conocimientos enseñados por los sofistas, que a veces apelaban a la naturaleza frente a la ley humana. Ver Platón, Hippias Major 283–84, y sobre la cuestión acerca de la naturaleza/ley, véase Introducción, xxxvii.
[85] Estas prácticas nos fueron transmitidas por nuestros antepasados y siempre nos han beneficiado. No las dejéis ir; y no os dejéis apresurar a tomar una decisión en un breve instante del día, cuando se trata de muchas vidas y ciudades, de mucho dinero y de nuestro honor. En lugar de eso, tomemos una decisión en nuestro tiempo libre. Podemos hacerlo, más fácilmente que la mayoría de los pueblos, gracias a nuestra fortaleza. Dejadle saber a los atenienses acerca de Potidea y envíales información sobre las injusticias de las que se quejan nuestros aliados. Lo insto porque ellos están dispuestos a acudir al arbitraje y, en tal caso, no es lícito atacarlos primero, como si estuvieran equivocados de antemano. Pero prepárense para la guerra en cualquier caso. Esta decisión será la más poderosa y generará el mayor temor entre nuestros enemigos.
Archidamus habló en ese sentido. Entonces Estenelaidas, que era uno de los éforos de aquel año, fue el último en levantarse y habló así:
Discurso de Estenelaidas 84
84. Un discurso verdaderamente lacónico. Los espartanos eran famosos por su brevedad al hablar y nuestra palabra “lacónico” se deriva del nombre de su tierra natal. Sthenelaidas no desempeña ningún otro papel en la Historia.
[86] No entiendo todas estas palabras que usan los atenienses. Se elogiaron mucho, pero en ningún momento negaron la injusticia que han mostrado hacia nuestros aliados y el Peloponeso. Sí, alguna vez fueron buenos hombres contra los persas, pero ahora son malos hombres con nosotros y merecen un doble castigo por pasar de buenos a malos. Nosotros seguimos siendo los mismos, entonces y ahora: no ignoraremos ninguna injusticia hacia nuestros aliados, si somos lúcidos, y castigaremos a Atenas sin demora, ya que no hay lentitud en el sufrimiento de nuestros aliados.
Puede que otros tengan mucho dinero, barcos y caballos, pero nosotros tenemos buenos aliados y no deberían ser traicionados ante los atenienses. Esta cuestión no se resuelve en arbitrajes ni discursos, ya que el daño no se está haciendo en un discurso; no, esto exige un castigo inmediato y con todas nuestras fuerzas. No dejemos que nadie nos convenza de que es correcto detenernos y discutir la injusticia mientras nos la cometen; lo que es realmente apropiado es para aquellos que están planeando injusticia pasar mucho tiempo en discusiones.
¡Votad entonces por la guerra, lacedemonios! ¡Seáis digno de Esparta y no dejéis que Atenas se fortalezca más! ¡Tampoco traiciones a vuestros aliados, pero con la ayuda de los dioses, ataquemos a los agresores!
[87] Con estas palabras, siendo éforo,85 sometió a votación a la asamblea de los Lacedemonios. Allí deciden los asuntos gritando en lugar de contando votos, y dijo que no podía decir qué grito era más fuerte. De hecho, quería que mostraran abiertamente su opinión, para despertar el entusiasmo por hacer la guerra. Entonces él dijo: Cualquiera de vosotros, los lacedemonios, que piensa que el tratado está roto y los atenienses están equivocados, vayan allí”, señalándoles un lugar, y “el que no lo crea así, que se pase al otro lado”. Se pusieron de pie y se dividieron, y la gran mayoría pensó que el tratado se había roto. Luego llamaron a los aliados y les dijeron que habían decidido que los atenienses eran culpables de injusticia, pero que querían convocar una reunión formal de toda la Liga del Peloponeso y someterla a votación, de modo que si hacían la guerra, se haría la guerra basada en una decisión común.
85. Esparta tenía cinco funcionarios electos conocidos como éforos (supervisores).
Hecho esto, los aliados regresaron a casa, mientras que los atenienses se quedaron para terminar el negocio que los había traído. Esta decisión de la Asamblea (de que el tratado había sido roto) se tomó en el decimocuarto año de la Paz de los Treinta Años, que comenzó después de la rebelión en Eubea.86
86. El debate tuvo lugar en 432; el tratado se había negociado en 446, después de que Atenas sofocara una rebelión en Eubea, la isla justo al norte de Ática (1,114-15). Mucho más tarde, los lacedemonios llegaron a arrepentirse de su decisión de iniciar la guerra (7,18).
[88] La razón principal por la que los lacedemonios votaron que el tratado se había roto y que la guerra debería comenzar no fue que los discursos de los aliados los hubieran persuadido. Tomaron esta decisión porque temían que el poder ateniense siguiera creciendo, al ver que la mayor parte de Grecia ya estaba sometida a ellos.87
87. Los discursos en la obra de Tucídides rara vez afectan a la acción, aunque con frecuencia sacan a la luz los motivos de la acción. Como hemos observado antes, el miedo, no la razón, es la causa principal de la guerra y otros males humanos, según Tucídides (ver Introducción, xxxii y 1,23).
Los cincuenta años de historia
Tucídides ahora recuerda los cincuenta años que siguieron a la guerra persa y condujeron a la crisis actual. En un breve resumen (conocido como “Pentecontecia” o “Historia de los cincuenta años”), habla del ascenso de Atenas y de la creciente fricción entre esta y los peloponesios (1,89-117). Los dos capítulos siguientes son lectura esencial sobre la fundación del imperio:
[96] Así que los atenienses tomaron el liderazgo de esta manera, con el apoyo voluntario de los aliados, debido a su odio hacia Pausanias.88 Una vez establecidos como líderes, asignaron algunas ciudades para proporcionar dinero cuando fuera necesario, y otras para suministrar navíos para usar contra el enemigo extranjero. Una razón que dieron [para requerir dinero o barcos] fue poder vengarse de sus pérdidas desperdiciando la tierra del rey [persa]. En este punto los atenienses establecieron por primera vez el cargo de Tesoreros de Grecia (hellenotamiai) para recaudar los ingresos del extranjero, como llamaban a las contribuciones monetarias.89 La primera recaudación fue de 460 talentos.90 El tesoro estaba en el lugar sagrado de Delos, donde también se efectuaban las reuniones.91
88. El general espartano Pausanias había estado actuando como un tirano. Véase 1,94–95 y anteriormente la nota número 77.
89. “Ingresos del extranjero”: la palabra griega es phorón, que significa “lo que se trae”. Comúnmente se traduce como “tributo”, pero esto es engañoso, ya que, de hecho, las contribuciones se hicieron para apoyar una causa común. Una pequeña cantidad (una sexagésima parte, “primicias”) estaba reservada para Atenea y se registraba en listas inscritas en piedra (llamadas “listas de tributos” por los estudiosos).
90. Un talento era una medida de peso; un talento de plata valía 6.000 dracmas, que valían 6 óbolos cada una, un día de salario para un soldado o marinero hábil.
91. La isla de Delos era sagrada para todos los griegos. El tesoro de la Liga se trasladó posteriormente a la Acrópolis, probablemente en 454. Por esa época, la Liga había surgido como un imperio de Atenas. Las reuniones de los aliados parecen haber sido raras.
[97] Al principio lideraron una liga de aliados autónomos92 que se consultaban juntos en asambleas generales. Entre la guerra persa y la actual lograron los siguientes resultados93 mediante la guerra y la manipulación. Respondían en contra de los persas, en contra de sus propios aliados sediciosos cuando estos se rebelaban y en contra de los peloponesios cada vez que eran atacados por ellos. He escrito estos resultados y he hecho esta digresión porque todos los escritores anteriores han omitido este período, cubriendo la historia griega antes de las guerras persas o simplemente las guerras persas. Es cierto que Hellanicus94 se refirió a estos acontecimientos en su Historia del ático, pero su relato fue breve e inexacto en cuanto a cronología respecta. Además, estos acontecimientos encierran la clave para comprender cómo surgió el Imperio ateniense.
92. “Aliados autónomos”: es decir, políticamente independientes, pero bajo la hegemonía ateniense. Véase Ostwald, 1982.
93. “Los siguientes resultados”: es decir, los eventos que se relatarán en los capítulos 98 a 116 del Libro 1 (omitidos en esta edición).
94. Hellanicus de Lesbos escribió una historia del Ática mientras Tucídides estaba trabajando; su publicación probablemente motivó la inserción de esta crítica (Hornblower).
En la siguiente sección, muy condensada, Tucídides cuenta cómo Atenas se convirtió en una potencia imperial. Es un historial de ambiciones crecientes y guerras implacables en el extranjero. Mientras tanto, en casa, algo que Tucídides no menciona aquí, la democracia en Atenas estaba evolucionando hacia su forma clásica y la cultura florecía. Esquilo estaba escribiendo sus grandes obras, Sófocles comenzaba su carrera como dramaturgo y Sócrates estaba ganando reputación como intelectual. (Para notas sobre cronología, consulte Fechas, p. 229).
Tucídides resume los cincuenta años de historia y vuelve a su tema principal:
[118] Todas estas cosas que los griegos se hicieron entre sí y a los extranjeros sucedieron en el período de aproximadamente cincuenta años transcurrido entre la retirada de Jerjes y el comienzo de esta guerra. En aquellos años los atenienses tuvieron su imperio bajo un fuerte control y crecieron mucho en poder, mientras los lacedemonios observaban pero no se oponían a ellos, excepto un poco de vez en cuando. Los lacedemonios estuvieron en paz la mayor parte de este tiempo, en parte porque siempre reaccionaron con lentitud a las hostilidades incluso antes, a menos que se les obligara a hacerlo, y en parte porque las guerras internas los mantenían alejados. Así que permanecieron en paz hasta que el ascenso del poder ateniense fue inconfundible y comenzó a afectar a sus aliados. Luego pensaron que no podían soportarlo más y llegaron a la conclusión de que había que resistir apasionadamente y destruir la fuerza ateniense. Y entonces decidieron comenzar esta guerra. Los lacedemonios ya habían determinado por sí mismos que el tratado había sido disuelto por la injusticia ateniense, pero enviaron a Delfos a preguntar al dios si les iría bien si iban a la guerra. El dios respondió (se nos dice) que la victoria sería suya si luchaban con todo su poder, y que él mismo se pondría de su lado, lo invocaran o no.95
95. Ver 1,87. Más tarde, tras su derrota en Pilos (425) y la Paz de Nicias (421), algunos lacedemonios sintieron que eran culpables de no acudir al arbitraje en ese momento, como requería el tratado (7,18). Sobre la actitud de Tucídides hacia los oráculos, véase Introducción, xxviii n. 15.
El discurso de guerra de Pericles
Después de que su Liga decidió la guerra, los lacedemonios enviaron una delegación a Atenas “para presentar cargos contra ellos, de modo que, si los atenienses los ignoraban, tuvieran la mejor razón para ir a la guerra” (1,126). Exigieron que los atenienses levantaran el sitio de Potidea, liberaran a Egina y rescindieran el decreto que bloqueaba el comercio con Mégara. Solo en estas condiciones, dijeron, sería posible la paz. Los atenienses se negaron, exponiendo sus razones para continuar tal y como estaban. Luego llegó la última delegación de Esparta con este mensaje: “A los lacedemonios les gustaría que hubiera paz, y habrá paz, pero sólo si dejáis que los griegos tengan su autonomía” (1,139). 96
96. Autonomía: autonomia; independencia, realmente “tener tus propias leyes”. En general, los miembros del Imperio ateniense conservaban las leyes locales. Sobre el término, ver Glosario.
Entonces los atenienses convocaron una asamblea para considerar sus opciones y decidieron tomar una decisión y responder de una vez por todas. Mucha gente se adelantó para hablar de cada lado; algunos pensaron que deberían ir a la guerra, otros que deberían rescindir el Decreto Megarense para que no obstaculizara la paz. Entonces Pericles, que era en aquella época el más destacado ateniense y el más hábil en palabra y acción97, les aconsejó lo siguiente:
97. “Más hábil en palabra y acción”: el sofista Protágoras prometió hacer a sus alumnos “más hábiles en palabra y acción” (Platón, Protágoras 318e). Pericles estaba profundamente involucrado en el nuevo aprendizaje y había pasado mucho tiempo con Protágoras.
[140] Mi opinión siempre ha sido la misma, atenienses: no cedáis ante los peloponesios. Por supuesto, sé que la pasión que lleva a los pueblos a la guerra no dura cuando realmente participan en ella; la gente cambia de opinión según las circunstancias. Pero veo que todavía debo dar casi el mismo consejo que di antes; e insisto, si vosotros estáis de acuerdo en que la política que acordamos era justa, debéis apoyarla incluso si las cosas nos van mal; de lo contrario, no tendréis derecho a alardear de vuestra inteligencia si todo va bien, ya que los acontecimientos pueden terminar tan estúpidamente como las intenciones de las personas, y por eso solemos culpar al azar cuando las cosas no salen como esperábamos.
Es evidente que ahora más que nunca los lacedemonios conspiran contra nosotros. En la Paz de los Treinta Años acordamos someter nuestras diferencias a arbitraje mutuo,98 mientras cada parte conservaba lo que tenía mientras tanto.99 Pero todavía no han pedido arbitraje y tampoco han aceptado nuestras ofertas; prefieren la guerra a los discursos para aclarar las imputaciones, y ya están dando órdenes cuando vienen, en lugar de presentar una queja como antes. Nos ordenan que abandonemos Potidea, restablezcamos la autonomía a Egina y que rescindamos nuestro decreto contra Mégara; ahora estos últimos que han llegado nos advierten que dejemos que los griegos tengan su autonomía. Nadie debería pensar que la guerra se peleará por una nimiedad, si no rescindimos el decreto de Mégara (que es lo que más enfatizan, que si rescindimos el decreto no habrá guerra). No debe quedar entre vosotros ninguna sospecha de que la guerra fue por una pequeña cuestión, esta “pequeña cuestión” contiene toda la firmeza de vuestra resolución y la prueba de nuestro juicio. Si cedéis en estos puntos, inmediatamente se os ordenará que abandones algo mayor, ya que esperarán que tengáis miedo y cedáis también en eso. Sin embargo, una negativa firme de vuestra parte les enseñará claramente a trataros más como iguales.
98. Arbitraje: dikas, afín a la palabra traducida “justicia”.
99. “Mientras tanto”: casi todos los editores aportan esa frase, aunque no esté en el texto. La cuestión es que al estar de acuerdo con la Paz de los Treinta Años, los Peloponesios no pudieron haber acordado permitir que Atenas conservara sus ganancias de forma permanente, y no ratificaron el Imperio ateniense.
[141] Decídanse ahora mismo a ceder antes de que nos lastimen o, si vamos a la guerra, como pienso yo que es lo mejor: no ceder a ninguna demanda por grande o pequeña que sea, y aferrarnos a nuestras posesiones sin miedo. El efecto es el mismo –subyugación– ya sea que el reclamo sea grande o pequeño, siempre y cuando se presente como una orden de los iguales a sus vecinos, antes del arbitraje.
Ahora bien, en cuanto a la guerra y los recursos de ambos bandos, una vez que escuchéis un relato detallado debéis ver que seremos tan fuertes como ellos. En primer lugar, los peloponesios trabajan su propia tierra y no tienen riquezas ni en manos públicas ni privadas.100 En segundo lugar, no tienen experiencia en guerras prolongadas o en el extranjero, ya que sus conflictos militares mutuos son breves debido a su pobreza. Estas personas no pueden tripular barcos ni enviar ejércitos de soldados de infantería con frecuencia, ya que estarían lejos de su propio dominio y dependerían de sus propios suministros de alimentos locales. Además, estarían bloqueados por el mar. Las guerras deben sustentarse con la riqueza disponible, no con contribuciones forzadas.101 Y quienes trabajan su propia tierra están más dispuestos a arriesgar sus vidas en la guerra que su dinero, ya que tienen cierta confianza en sobrevivir pero no están seguros de su supervivencia. No se gastarán dinero, especialmente si su guerra se prolonga (como es probable) más allá de lo que esperaban. Los peloponesios y sus aliados pueden resistir en una sola batalla a todos los demás griegos, pero no pueden hacer la guerra a aquellos cuyos preparativos son diferentes a los suyos. Su Liga no tiene un concilio común para tomar medidas rápidas y decisivas según sea necesario; en cambio, todos tienen votos iguales y, como no son semejantes,102 cada grupo persigue su propio interés, lo que significa que no se decide nada. Como veis, algunos quieren más que nada vengarse, mientras que otros quieren mantener al mínimo los daños a su propiedad individual. Se toman mucho tiempo antes de reunirse y luego dedican sólo una fracción del tiempo en reunión discutiendo asuntos que tienen en común, mientras dedican la mayor parte a sus preocupaciones individuales. Mientras tanto, nadie piensa que su descuido de los intereses comunes causará algún daño, que alguien más debe velar por su parte del interés común. El resultado es que nadie se da cuenta de cómo los juicios individuales de cada uno están arruinando el bien común de todos.
100. Como los lacedemonios no dependían del grano importado, como lo era Atenas, no habían desarrollado el tipo de sistema comercial que, junto con sus minas, había enriquecido a Atenas.
101. Los atenienses tuvieron que recurrir a obligar a sus aliados a darles dinero ya en 428/427 para apoyar el asedio de Mitilene (3,19). Debe haber cierta ironía en el comentario de Tucídides sobre Pericles en 2,65: “también previó lo que la ciudad podría hacer”. Los comentarios críticos de Pericles sobre las contribuciones forzadas parecen más ciertos en el caso de Atenas que en el de Esparta.
102. “Como no son semejantes”: la Liga del Peloponeso incluía dorios y eolios, y también había diferencias culturales sustanciales dentro de estos grupos. Ver 6,17 para una predicción similar (que no se confirmó en los hechos) sobre la población mixta de Sicilia.
[142] El punto principal, sin embargo, es que se verán obstaculizados por la falta de dinero, ya que tendrán que retrasar la acción mientras esperan recaudar fondos. Pero en la guerra el momento crítico no se hace esperar. Y no deberíamos tener miedo ni por un momento de que construyan ciudadela o de su armada.103 En cuanto a un fuerte en el Ática, ya sería bastante difícil en tiempos de paz construir una ciudadela que fuera nuestra rival, y mucho menos en la guerra, cuando estemos fortificados. Por otra parte, si construyen sólo un puesto de observación, pueden dañar parte de nuestras tierras al atacarlas y pueden acoger a esclavos fugitivos; pero esto no sería suficiente para impedirnos navegar hasta sus tierras y construir allí fuertes o tomar represalias usando nuestra armada, que es nuestra gran fuerza.
103. Los corintios habían observado que Atenas sería vulnerable a la instalación de una fortificación peloponesa en su territorio (1,122,1), idea que los espartanos no adoptaron hasta que se la propuso el ateniense Alcibíades muchos años después. De hecho, fue la armada y la construcción de fuertes por parte de Esparta lo que finalmente derrotó a Atenas; aquí Tucídides puede estar presagiando, irónicamente, acontecimientos que se producirán en un futuro lejano. Para conocer la superioridad de la armada ateniense, lea la descripción de las victorias de Formión en el mar contra una flota más grande del Peloponeso (2,83 y sigs.).
De hecho, nuestra experiencia naval nos ha hecho más bien en tierra que su experiencia en infantería a su armada. Y no aprenderán fácilmente a ser expertos en el mar. Vosotros todavía no lo habéis dominado del todo, aunque lo habéis estudiado desde la llegada de los persas; ¿cómo entonces podrían hacer algo que valga la pena hombres que son agricultores y no marineros? Además, no tendrán oportunidad de practicar, porque los bloquearemos constantemente con una gran flota. Podrían tomar coraje de un número superior, dejar de lado su ignorancia y aventurarse contra un bloqueo ligero; pero si son encerrados por una gran armada entonces no se moverán de esa manera en absoluto, su falta de práctica los hará aún menos hábiles que antes, y serán aún más cautelosos debido a eso. La guerra naval requiere conocimientos profesionales tanto como cualquier otra cosa: no es posible aprender practicándose ocasionalmente por un lado; por el contrario, si estás estudiando la guerra naval no podéis hacer nada más.
[143] ¿Y si se llevaran el dinero de Olimpia o Delfos y trataran de contratar a nuestros marineros extranjeros con un salario mayor? Eso sería peligroso para nosotros sólo si no pudiéramos igualarlos tripulando una flota con nuestros propios ciudadanos y extranjeros residentes. Tal como están las cosas, nosotros podemos hacer eso. Además, y esto es realmente decisivo, entre nuestros ciudadanos tenemos más capitanes de barco y oficiales subalternos que el resto de Grecia, y además están mejor cualificados. Además, por no hablar de los riesgos involucrados, ningún marinero aceptaría ser ilegalizado de su propio país, o aceptaría tener menos posibilidades de ganar y unir sus fuerzas con el otro bando por sólo unos pocos días de pago de bonificaciones.104
104. Aunque todos los marineros atenienses cobraban, esto no incluía necesariamente un gran número de meros mercenarios, como habían supuesto los corintios. Pericles tiene razón al dar a entender aquí que los marineros aliados sentían cierta lealtad hacia Atenas.
Creo que así son más o menos las cosas con los peloponesios. En cuanto a nosotros, nuestra posición está libre de todos los defectos que encontré en la de ellos y tenemos grandes ventajas también en otras áreas. Si invaden nuestro territorio a pie, iremos al suyo por mar. Y la ventaja será nuestra incluso si destruimos sólo una parte del Peloponeso mientras ellos destruyen todo el Ática. No pueden reemplazar sus tierras sin una batalla, mientras que nosotros tenemos muchas tierras en las islas y en el continente. ¡Por eso es magnífico tener el control del mar!105
105. Sobre la importancia del poder marítimo, ver arriba 1,7, 1,13 y sigs., y 1,83.
Consideremos esto: ¿estaríamos más a salvo de un ataque si fuéramos isleños? Ahora deberíamos pensar realmente como isleños y renunciar a nuestras tierras y nuestras granjas, pero vigilando el mar y nuestra ciudad. No debemos enojarnos tanto por la pérdida de nuestras granjas como para enfrentarnos a los peloponesios en la batalla cuando nos superan en número. Si ganáramos, tendríamos que volver a luchar contra la misma cantidad de hombres; y si fuéramos derrotados perderíamos a nuestros aliados, que son la fuente de nuestra fortaleza, ya que no se quedarán callados a menos que seamos lo suficientemente fuertes para luchar contra ellos. No debemos llorar por nuestra tierra y nuestras granjas, sino guardar nuestro duelo por las vidas de los hombres: las tierras de cultivo no nos darán hombres, pero los hombres pueden ganar tierras de cultivo. Si creyera que puedo persuadirlos, les diría que salieran y destruyeran las granjas vosotros mismos y demostraran a los peloponesios que nunca se rendirán para salvar vuestra tierra.
[144] Sin embargo, muchas otras cosas me dan esperanza de que ganaremos, a menos que vosotros tengáis la intención de ampliar vuestro imperio mientras aún está en guerra, o decidan asumir nuevos riesgos.106 Tengo más miedo de nuestros propios errores, ya veis, que de los planes de nuestros oponentes. Pero todo esto debería quedar claro en otro discurso, en el momento de la acción.
106. Aquí Tucídides presagia la desafortunada expedición para apoderarse de Siracusa en Sicilia (libros 6 y 7).
Por el momento, enviemos a los embajadores de regreso con esta respuesta: (1) Daremos a los megáricos el uso de nuestro mercado y puertos si los lacedemonios cancelan su política de expulsarnos a nosotros y a nuestros aliados como extranjeros (ya que nada en el tratado bloquea nuestra política actual o la de ellos). Además, (2) daremos a las ciudades griegas su autonomía (si lo eran cuando firmamos el tratado), tan pronto como los lacedemonios concedan autonomía a sus propias ciudades para que disfruten como mejor les parezca, y no simplemente para servir los intereses lacedemonios. Y (3) nos gustaría acudir a un arbitraje de conformidad con el tratado. No comenzaremos una guerra, pero lucharemos contra quienes la inicien.
Esta es una respuesta que sigue la justicia y también se conforma a la dignidad de nuestra ciudad. Sin embargo, deben darse cuenta de que, aunque nos vemos obligados a participar en esta guerra, si la abrazamos voluntariamente tendremos menos presión del enemigo. Recordad también que el mayor peligro genera el mayor honor para una ciudad o para un particular. Nuestros antepasados, después de todo, se enfrentaron a los persas; empezaron con menos de lo que tenemos ahora e incluso renunciaron a lo que tenían. Fue más una buena planificación que la buena suerte y más audacia que poder lo que les permitió repeler al rey persa y elevar nuestra ciudad a sus alturas actuales. Debemos estar a la altura de nuestros antepasados: luchar contra nuestros enemigos de todas las formas posibles e intentar entregar la ciudad intacta a quienes vengan después.
[145] Tal fue el discurso de Pericles. Los atenienses pensaron que su consejo era el mejor y votaron a favor de hacer lo que les había dicho. Respondieron a los lacedemonios tal como él había propuesto, en todos los detalles y también en el punto principal: “No harían nada bajo órdenes, pero estaban dispuestos a resolver las acusaciones de manera justa y equitativa mediante arbitraje como se especifica en el tratado”. Luego los lacedemonios regresaron a sus casas, y ya no vinieron más embajadores.
[146] Éstas, entonces, fueron las quejas y los temas en los que las dos partes diferían antes de la guerra, quejas que surgieron con los acontecimientos en Epidamno y Córcira.107 Sin embargo, las dos partes todavía estaban en comunicación y se dirigían la una a la otra sin heraldos, aunque no sin sospechas, porque lo que estaba sucediendo equivalía a una violación del tratado y a un motivo de guerra.
107. Ver 1,38.